Fuente de elaboración propia

Por: Claudia Arjona, Núria Bisbal, Tito Cortés, Clara Dalmau y Sonia Fernández

En el Aula Magna de la Facultad de Comunicación de la UAB hay una expectación que se palpa en cada rincón. Los estudiantes, desde los más principiantes hasta los más veteranos, con sus mochilas al hombro y los ordenadores listos, se adentran en la sala sin saber qué aventura les espera dentro. Las filas de asientos se llenan rápidamente e incluso el espacio se queda pequeño. Hoy, las palabras serán protagonistas y el dolor, ese hilo universal que une a las personas, será el centro de la narrativa. 

Frente al escenario, en el centro se proyecta el título “Contar el dolor: enfrentar la vida” junto a dos nombres que serán los protagonistas de la charla: Martín Caparrós y Marta Nebot. Ellos son las figuras que encarnan el periodismo más comprometido y humano. 

Son las 9:56 de la mañana, y aun las caras dormidas de algunos estudiantes, los dos periodistas suscitan un interés indescriptible. Junto a la imagen de tres niños en una playa de Sri Lanka, Martín lee uno de sus textos de su libro “Postales”: “Aquella vez fui a Sri Lanka a escribir sobre los turistas pedófilos, o dicho de otro modo, los hijos de remilputa que se cogen chicos de cinco años”. El dolor de presenciar esta experiencia sale de su garganta y llega hasta los oídos de los estudiantes. Aunque Martín esté leyendo un texto propio de hace años, su forma de explicar, lleva el público de forma inmediata hacia las vivencias más desagradables, pero que se deben contar, desde el dolor. 

Marta Nebot, periodista, guionista, actriz y presentadora, aun con el sentimiento de dolor en el cuerpo, pregunta a Martín cómo cree que de bien o de mal los periodistas están explicando el dolor en los medios. El periodista, aún conmovido por su lectura, sabe y afirma que en los lugares que aún nos duelen, los periodistas muestran de la mejor forma posible aquello que muchos no son capaces de enfrentar. Martín llega a dos conclusiones: primera, el hambre no existe, solo personas que no comen lo suficiente. Segundo, no existe el hambre, sino mecanismos que les hacen no comer lo suficiente.

Todos los relatos que hablen del dolor ajeno deberían complementarse con alguna pregunta, una pregunta que permita comprender que ese dolor no es tan lejano, es algo abstracto que comparten todos los seres humanos. Martín ayuda a entender que el dolor de los otros es mucho más próximo de lo que nos imaginamos. 

Con el pretexto de que el dolor siempre tiene dos partes, el de las víctimas y el de los verdugos, Marta pregunta al periodista argentino cómo es mezclarse con la “gente fea”, cómo es contar ese dolor a aquellos que lo provocan. Situándonos en un escenario de entrevista, con aquellos que tienen el poder, el silencio es un arma muy poderosa. Callar frente a un entrevistado es mucho más poderoso que insistir en una pregunta que no te ha respondido. “Hay pocas cosas que la gente soporte menos que el silencio”. Callar obliga al otro a decir algo más, para romper ese silencio. 

Sin embargo, sea del lado que sea, la empatía siempre es necesaria. Es importante mostrar al otro que el dolor que se está viviendo, se comparte, sea o no sea inventada. 

Martín acaba de publicar su memoria “Antes que nada” donde cuenta su propio dolor, el de la enfermedad que lo acompaña desde no hace mucho, el ELA. Caparrós analiza la diferencia entre contar el dolor ajeno y el dolor propio. Esta experiencia le ha facilitado mucho tener esa empatía, que a veces se debe simular. “Contar mi propio dolor no me parece relevante”, afirma el periodista. De algún modo, debes ponerte en segundo plano como periodista.

El hecho de contar en primera persona, repone el hecho de que alguien siempre cuenta. “No hay relato posible sin un relator”. El trabajo de los periodistas es decidir qué es lo que vale la pena contar, con la máxima objetividad. Sin embargo, se da una paradoja entre la objetividad y la subjetividad, ya que el simple hecho de decidir, qué se cuenta y qué no, ya implica cierta subjetividad. “Lo peor que uno puede hacer en una situación dramática es llenarla de adjetivos”. Como afirma el periodista, los adjetivos son los “sicarios” de un relato

Marta escucha con atención, dándose cuenta de que se va quedando sin preguntas que hacerle, Martín se le ha adelantado. Aun así, consigue lanzarle alguna pregunta que parece no haberse respondido: “¿Con el nuevo libro sobre su enfermedad, ha sido más fácil contar el dolor?”. El dolor nunca ha sido fácil de contar, sin embargo, el propio sufrimiento permite hablar de la forma más conocedora posible y establecer un diálogo propio consigo mismo.

Junto con la Fundación García Márquez, Marta explica que haciendo talleres, se dio cuenta de que contar el dolor no es tan sencillo. Todos tienen una forma diferente de enfrentar escenarios mortíferos, desde no poder ni verlo, hasta hacer chistes sobre ellos. Para Martín, vivir ese tipo de situaciones acabaron por convertirse en una costumbre, pareciéndole “monstruoso”. 

La reportera de Jerusalén, Janira Gómez, escondida en primera fila, se levanta y accede al escenario junto a los dos otros profesionales. La pantalla cambia a otro título: “Conexiones en directo desde Jerusalén y Beirut”.

La corresponsal nos cuenta un día cualquiera en Jerusalén. “Es poco sexy que los periodistas no podamos entrar en Gaza, el lugar principal de la guerra”. Janira y el resto de periodistas se sienten impostores, no pertenecen a ese lugar bélico y tampoco les dan acceso, como si no fueran bienvenidos. La periodista lleva desde el 7 de octubre en la retaguardia, y se ha dado cuenta de las complejidades de este conflicto. No existen bandos claros y, aunque no haya una censura explícita, los periodistas necesitan un visado que a veces no pueden conseguir. 

Janira trabaja y ejerce su oficio junto a su marido, su casa es su oficina. Dejando los contratos oficiales, se convirtieron en periodistas freelance y en 2022 marcharon de España y se dirigieron a los territorios dónde no había periodistas. “La mayor dificultad para los periodistas es que el público te crea”. La primera barrera es el lector, que cuestiona la realidad de lo que se cuenta e incluso te etiquetan sobre las ideologías que se presentan en el conflicto bélico. El conflicto que se cuenta no es el único que se vive, sino que hay una lucha constante con el público.

La mayoría de periodistas freelance tienen dependencia del país al que viajan, sus credenciales dependen de ese país, e incluso su seguridad. Martín afirma que el problema no son las falsas noticias, sino las falsas convicciones del espectador. 

“Lo que hacemos los periodistas, ¿de verdad cambia algo?”, se pregunta Marta, aunque realmente espera que Martín le eche una mano. El periodista argentino afirma que mantener la atención en conflictos largos, es muy difícil. La gente ya se ha olvidado de la guerra de Ucrania que con suerte aparece en la página 8 de los periódicos. 

“Yo creo en esto de contar vidas”. El periodismo debería dejar de hablar de esas personas famosas, conocidas y de sus vidas banales, dejando espacio para las vidas comunes y los problemas que realmente conciernen a la población. Para cerrar la entrevista, Martín vuelve a leer otro fragmento de su libro “Postales”: “En la vida hay mucho más dé lo que suele haber. Hace más de 20 años, vi una pareja debajo de mi balcón, sentada en un banco. La trampa está en creer que el amor verdadero es el amor para siempre. El amor conyugal es un invento reciente. Fue en Guachaca, el banco sigue ahí, el amor, quién sabe”.

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