En un mundo donde el dolor humano se manifiesta en múltiples formas, desde las guerras hasta la pobreza extrema, el periodismo carga con la responsabilidad de contar esas historias. ¿Cómo se enfrenta este desafío sin caer en la banalización del sufrimiento? Varias voces prominentes del periodismo reflexionan sobre las fronteras éticas, la empatía y la búsqueda de la verdad, en un contexto que exige más que nunca honestidad y compromiso.
“Ahora mismo hay en el mundo unos 800.000 millones de personas que no comen lo que necesitan, y mueren 25.000 personas cada día por causas relacionadas con el hambre. Un genocidio diario”
Martín Caparrós, uno de los periodistas más importantes del siglo, pone en cifras el drama de la desigualdad: “Ahora mismo hay en el mundo unos 800.000 millones de personas que no comen lo que necesitan, y mueren 25.000 personas cada día por causas relacionadas con el hambre. Un genocidio diario”. La crudeza de esta afirmación lleva a cuestionarnos cómo se comunica este tipo de tragedias sin caer en lo que él llama la pornografía de la miseria. Para Caparrós, el antídoto es explicar el porqué: “Si uno entiende por qué pasan las cosas, se le hace mucho más difícil olvidarlas”. Este enfoque, más analítico que emocional, busca empoderar a las audiencias en lugar de dejarlas impotentes ante el dolor.
Explorar las motivaciones de los malos de la película es una parte inevitable del periodismo de investigación, pero no se exenta de conflictos éticos. Caparrós lo describe con una anécdota inquietante: entrevistó al hombre más odiado de Argentina, un criminal en sus 80 años. “Yo estaba cada vez más molesto conmigo mismo porque estaba cómodo con un ser tan horrible; así que le robé una pequeña figura de un elefantito, para que no pareciera que nos habíamos hecho amigos”.
“No hay relato posible sin un relator. Nuestro trabajo es ver una realidad y decidir qué vale la pena ser contado”
La necesidad de empatizar, incluso con pedófilos o genocidas, plantea dilemas profundos. Marta Nebot, presentadora y periodista reflexiona: “Los malos suelen ser personas muy interesantes, pero uno no puede dejarse fascinar”. Nos asegura que balance entre identificación y objetividad es una línea que, admite, es difícil de trazar. La narración del sufrimiento, ya sea personal o colectivo, revela otra faceta compleja del periodismo. Según Caparrós, “para contar el dolor ajeno lo veo más fácil. No le veo el sentido a contar mi propio dolor”. Sin embargo, confiesa que narrar su experiencia con la ELA le permitió un inesperado diálogo consigo mismo. El uso de la primera persona, que muchos critican por considerarlo subjetivo, es para él una herramienta crucial: “No hay relato posible sin un relator. Nuestro trabajo es ver una realidad y decidir qué vale la pena ser contado”.
Ricard García, fotógrafo nominado al premio Pulitzer, destaca la contradicción en cómo los medios representan el sufrimiento dependiendo de su ubicación geográfica. “No tenemos problema en publicar imágenes de niños muertos en Siria, pero nos cuesta mucho más cuando las víctimas son de aquí”. Esta doble moral perpetúa la deshumanización de los “otros” y refuerza la jerarquía de las tragedias. Patricia Simón, periodista especializada en derechos humanos, añade: “Nuestra información tiene que ser rigurosa, incluir consensos establecidos desde la Segunda Guerra Mundial, y aun así nos atraviesa el dolor; eso hará que tengamos un relato a contar.”
@rgarciavilanova lanza una gran cuestión ética: "¿Si yo fuera el protagonista de la imagen, como un hombre muerto, querría que mi familia la viera?"
— The UAB Times (@theuabtimes) November 25, 2024
Janira Gómez, corresponsal en Jerusalén, describe las dificultades de trabajar en un entorno restringido. “Los periodistas no podemos entrar en Gaza, donde está ocurriendo la masacre. Israel no lo permite”. Además, enfrentar la incredulidad de las audiencias añade una capa de frustración. “Es difícil que te crean. Te dicen que todo es un montaje”.
Esta desconfianza afecta la percepción de la información, especialmente cuando se aborda la violencia de ambos lados del conflicto. Gómez concluye: “Hablar de ambos dolores es muy difícil porque, sea la información que sea, no te creen”.
A pesar de los desafíos, Ana Blanco, galardonada con el premio Ítaca 2024, reafirma la importancia del periodismo como servicio público. Recordando hitos como el 11-S, reflexiona sobre la evolución de la profesión: “El periodismo ha cambiado mucho, las redes sociales lo han transformado”. A pesar de las transformaciones, el objetivo sigue siendo el mismo: dar voz a quienes no la tienen. Como señala Simón, “dar a las personas la oportunidad de contar su historia me blinda ante el daño”.
El periodismo enfrenta una paradoja constante: contar las historias más dolorosas sin explotar el sufrimiento. En un contexto global de desinformación y desconfianza, el compromiso con la verdad y la empatía son las herramientas más valiosas de los periodistas. Porque, como concluye la periodista Maite Carrasco: “Contar con honestidad lo que tú ves, ser honesto con lo que tú ves, es lo importante. Ser objetivo en el periodismo es imposible”.
Toda la cobertura de este evento se puede seguir en El minuto a minuto de The UAB Times desde la aplicación de 24LiveBlog: