Estar cerca de la muerte y el dolor puede ser un trabajo. Es lo que cuentan dentro de los panteones aquellos que trabajan para ganarse el pan de cada día. Aquí conocemos al protagonista de esta historia real: Don Juan Soto, un hombre ex albañil encargado de sellar las tumbas del panteón Jardín de Los Ángeles ubicado en Apodaca, Nuevo León.
Los cementerios siempre han sido tristes y nostálgicos, incluso temidos. El señor Juan tuvo que entrar ahí porque no conseguía otros trabajos de albañilería. Así comienza su travesía en el panteón, solo queriendo ganar algo de dinero, que hoy en día se convertiría en una experiencia llena de anécdotas.
Antes de cada día festivo como el día de muertos, el día de la madre o padre los panteones tenían que estar completamente limpios. Don Juan y sus compañeros se dedicaban a checar las tumbas, quitar la basura y las hojas que caían de los árboles, para la sorpresa de ellos, se encontraban con objetos y los menos usuales. Brujería.
Desde muñecos llenos de alfileres hasta amuletos con manchas de sangre. Se encontraban con fotos con escrituras extrañas.
Uno de los compañeros se dispuso a quitar los alfileres de un muñeco que se encontraba en una tumba mientras decía con una sonrisa “Mira Juan, ya lo curé”. Juan le responde con sarcasmo “Capaz ya está muerto”.
Don Juan es un hombre que se crio en un rancho de San Luis Potosí, así que la brujería no era un tema nuevo para él. Ya que él asegura que su propio padre estuvo involucrado en esos temas.
Durante su jornada nocturna, él lograba escuchar carcajadas de mujeres a los lejos. Por más que busco él y sus compañeros nunca pudieron encontrar a quien se reía de tal forma como si se estuviera riendo de la misma muerte. Una risa que te dejaba escalofríos y la piel eriza. Él sospechaba fielmente que aquellas eran las mismas que dejaban los objetos en las tumbas.
Cada día Don Juan salía de su casa a las 3 am para ir a trabajar. Para él salir a altas horas de la noche era un día normal y corriente. Sin embargo, la maldad siempre está al acecho y más en la madrugada. Cuando estaba a punto de cruzar una calle, siente que alguien lo agarró del brazo, por alguna razón no puede voltear y piensa que es un asalto. Pero la persona que lo acompañaba se quedó en profundo silencio por unos minutos. Cuando logra soltarse, voltea y no ve a absolutamente a nadie, pero se da cuenta que una balacera estaba a punto de ocurrir a unos escasos metros y corre a esconderse.
“Yo intento no creer en los espíritus, pero a lo largo de mis 65 años creo que ellos de alguna forma se manifiestan, lo he vivido”, mencionó Don Juan.
Los temas paranormales no son lo único que ha vivido este señor. A lo largo de su trabajo tuvo que ver entierros que para el corrompían su alma. Desde accidentes de familias completas hasta muertes de bebes.
Una en especial fue el entierro de un padre e hijo. Los dos murieron en un accidente de auto contra un tráiler. La música del mariachi mientras enterraban ambos cuerpos era algo que Don Juan no podrá olvidar fácilmente.
“A mí me criaron para no llorar, pero era imposible sentir un nudo en la garganta con cada entierro”, menciona.
No obstante, los panteones también podrían ser puntos de actos delictivos. En las jornadas nocturnas don Juan veía cómo camionetas blindadas se llegaban a estacionar fuera o cerca del panteón. Don Juan una vez lo vió entrar, pero él sabía que si preguntaba posiblemente podría quedarse sin trabajo. Las malas lenguas decían que desaparecían gente o negociaban con drogas.
Finalmente, después de una larga plática llena de anécdotas interesantes con Don Juan, un hombre que ha estado cerca de la muerte, el dolor, lo paranormal e incluso la delincuencia, nos deja el siguiente mensaje:
“Valoren a las personas que están a su lado, no sabes en qué momento te puedes ir tu o ellos, disfruten de la vida”.