Periódicos, periodismo, periodistas. Periodo, periodicidad, periódicamente. La palabra que designa de manera radical a nuestra profesión y su objeto surge del concepto de periodo, que se refiere a lo que se publica regularmente de manera periódica. Pero, ¿qué es lo esencial, la periodicidad de la publicación de las noticias o la regularidad de la observación con la que se aborda a la realidad? ¿Somos periodistas porque publicamos periódicamente o porque sometemos a la realidad social a un examen periódico en tanto que inmediato o regular? Es decir, ¿qué demonios queremos decir cuando decimos periodismo? ¿Hablamos de lo que sucede o de la manera de dar cuenta de ello?
Esto no es un juego de palabras o un entretenimiento basado en trampas conceptuales. Se trata de una reflexión llevada a las raíces del asunto porque la actual gran transformación de la actualidad en internet y sus repercusiones en los demás medios hace cambiar la profesión misma, su concepción y su práctica. Necesitamos comprender no sólo cómo juega ese extraño juguete sino cómo su transformación nos va a obligar a jugar con él de una manera diferente.
El periodismo, criatura hija de la revolución industrial y de la modernidad, nace aparentemente a partir de las posibilidades que ofrece la imprenta en el sentido de reproducir textos idénticos a sí mismos sin límite de ejemplares, en la medida en que se disponga de papel, tinta y funcionamiento de la máquina. El libro encuentra en la imprenta su desarrollo tecnológico ideal, pero el códice –protoformato del libro—ya existía siglos antes del invento de Gutenberg. Es el periódico el hijo natural de la imprenta como padre y de la necesidad de enviar y recibir información general y libre como madre. Es la aparición de la difusión libre de información lo que sustenta al periodismo y no la mediación tecnológica (papel e imprenta). Las primeras gacetas periódicas impresas necesitan de la autorización de los reyes para poder circular, es pues la conquista del derecho general a la libre información lo que hace nacer el periodismo. Y ese derecho está recogido en las constituciones democráticas de hoy, de modo que un país no es democrático si no lo recoge y garantiza en su legalidad.
La transformación tecnológica actual que está cambiando el periodismo no es nueva. Se remonta a la aparición de la radio, que reveló que la imprenta no es consustancial al periodismo: la radiodifusión demostró que la periodicidad de la información impresa (diaria, semanal, mensual) podía librarse de los límites temporales. Pero es la mentalidad imperante en un tiempo lo que acaba mandando, y no únicamente la determinación tecnológica: los programas informativos cotidianos, emitidos a horas regulares, se llamaban “diario hablado”. Eran otro tipo de agente noticioso pero se remitían al concepto de diario porque este sugería periodicidad, fiabilidad y función noticiosa. Se llamaban diarios pero no lo eran porque a pesar de las posibilidades tecnológicas pesaba más el concepto asumido del diario impreso. En España los diarios hablados surgieron en los años 40 pero las emisoras de noticias 24 horas al día tardaron otros 40 en aparecer.
En el periodismo lo que manda es la idea asumida e interiorizada y no únicamente la determinación tecnológica. A pesar del éxito de las cadenas de televisión todo noticias, a partir del éxito de la CNN. Los informativos cotidianos de televisión siguen respondiendo a un modelo radiofónico, que surge del primitivo diario hablado; la brecha entre posibilidades tecnológicas y disposiciones mentales se ensancha aún más. Así pues, ¿qué queremos decir con periodismo? ¿Tratamos con las realidades de la actualidad o de las mediaciones con que las abordamos? Me temo que durante mucho tiempo seguiremos tropezando en esa confusión. Esta podría resolverse, por supuesto, concluyendo que periodismo es una forma de literatura de no ficción en la que se expresa un método de análisis sucesivo de la realidad social. Pero volveríamos a hallar una brecha entre el periodismo como literatura de no ficción y el abordaje de la realidad social mediante el análisis sucesivo y estaríamos en las mismas. Podemos atisbar que no es la determinación tecnológica de la mediación lo que decide, porque podemos perfectamente hacer una cosa y que nos resulte otra: un diario hablado que no es un diario o un informativo televisivo que es lo primero pero no lo segundo, conducido por personas que aparecen en la televisión pero se comportan como si estuvieran en la radio. Y en todos esos casos se hace periodismo, con todos esos trastocamientos incluidos. Deberemos pues fijarnos en esa extraña forma de literatura de no ficción y quizás descubramos que lo que cuenta en periodismo es precisamente la intención de hacer periodismo: aproximarse a la verdad y contársela al público.