Edgar Morin y el profesor José María Perceval de la Universidad Autónoma de Barcelona, estudiaron juntos en París.
Nunca como ahora los periodistas hemos necesitado tanto formarnos en conocimientos que van más allá de nuestra profesión para poder ejercerla adecuadamente, y no sólo por aquello de estar en posesión de “una vasta incultura” con que hemos bromeado a veces aquí: es necesario mirar la sociedad con el ojo periodístico para arrancarle respuestas significativas, pero además con la capacidad de no dar por sentadas determinadas ideas establecidas. El “todólogo” que es todo periodista que se precie sentirá el impulso de nunca darse por satisfecho ante las respuestas simples, pues un simple vistazo a los siglos XX y XXI nos muestra el advenimiento de un cambio de era cuyas características y alcance estamos lejos de llegar a sospechar.
Nuestro profesor José María Perceval nos recuerda que estos días se cumple el centenario del nacimiento de Edgar Morin, el pensador que ha creado el concepto de “pensamiento complejo”. Que se celebra, por cierto, con Morin vivo, asunto nada desdeñable por cierto, sobre todo para él. La mirada de Morin ha visto pasar ante sí un siglo entero en el que él ha sido protagonista activo, desde la participación en la Resistencia Francesa hasta en las principales corrientes del pensamiento científico, filosófico y sociológico en la modernidad.
“El 8 de julio frente al mar Mediterráneo que considera su auténtica patria – indica nuestro profesor Perceval— este franco-sefardí de familia judía de Salónica, tendrá algo nuevo que decir, original, distinto e incisivo porque nunca se ha repetido, con su eje fundamental: el pensamiento es complejo y por eso divertido, la realidad es inalcanzable pero hermosa (la nature), los problemas son quizás terribles pero un desafío a nuestra inteligencia. Representante del pensamiento complejo, es natural que tenga una obra tan rica como extensa empezando por los seis libros exhaustivos del Método (femenino en francés, “La méthode”) con los que machacó el esclerotizado estructuralismo de los Lévi-Strauss y Althusser. Y sufrió una de las persecuciones más interesantes y fructíferas de la intelo francesa, la de Bourdieu”.
“Y cuando el cine de la pantalla grande no entraba en la universidad, pero si a través de los ojos en las mentes hipnotizadas de los espectadores de todo el planeta, él escribió la mejor disección del imaginario del siglo XX: la cultura de los famosos, las Stars, las estrellas, diosecillos caprichosos que determinaban costumbres y modas, homogeneizando las emociones y características de la comunidad humana mundial. Quizás sea el último representante de ese mundo pequeño parisino en donde todos se conocían, los amigos y los enemigos académicos, por estar discutiendo en los mismos cafés: Marguerite Duras que lo acogió en la resistencia o Régis Debray, su amigo de toda la vida”.
José María Perceval ha estudiado en París con Edgar Morin y le ha tratado a fondo, con lo que un servidor no tiene más que callar y atender a sus recomendaciones. La más sensata es pasar de la admiración hacia el personaje al estudio del pensador. En estos tiempos que aparecen como confusos, buscar la claridad que la teoría del pensamiento complejo presenta, estudiándolo. (Es posible encontrar en la red los seis volúmenes de El Método, facilitados por los propios sitios web oficiales de Morin). A continuación, recuperar el ánimo del compromiso que ha caracterizado toda la vida del pensador, quien se opuso con las armas en la mano y de manera organizada al ascenso del nazifascismo, uniendo así el pensamiento y la acción. Acto seguido, identificar las líneas de futuro más destacadas que se le ofrecen hoy mismo al ser humano, superando el desánimo y trazando vías de avance, por ejemplo, hallando qué características deberá tener la educación del inmediato futuro y cuáles son las tareas para llevar a cabo la preservación del planeta.
La preocupación actual de Edgar Morin es parar la degradación ecológica del planeta, de modo que en vez de una catástrofe final, la humanidad pueda detener el peligro y superar solidariamente el reto. En una teleconferencia celebrada el 2 de julio en la sede de la Unesco, presidida por la presidenta de ese organsmo, Audrey Azoulay y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, y retransmitida a todo el mundo por la red, Edgar Morin introdujo un elemento decisivo: en la actualidad existen posibilidades maravillosas para mejorar nuestras vidas, pero es “esencial darse cuenta de que no hay que soñar con otra sociedad, sino entender que vivimos la gran aventura humana y que el camino de cada uno está dentro de uno más grande e incierto”.
Se desmarcó así de cualquier elemento utópico y con ello de los tintes emocionales asociados. El pensamiento complejo se anclaba férreamente al suelo firme, y así apareció la preocupación global de Morin: la supervivencia de la humanidad, el surgimiento de un neoautoritarismo, la degradación de la biosfera, el transhumanismo, la gobalizacion y las desigualdades a ella asociadas, junto con las consiguientes reacciones de la humanidad, “porque la destrucción y el conflicto están en todas partes, al mismo tiempo que la solidaridad, la asociación, el acuerdo”. “No tomamos conciencia de las cosas. Pero sí que acabamos dándonos cuenta de que las interacciones, las interdependencias técnicas y económicas no han creado una solidaridad humana. Esto que hemos visto con la pandemia desde el principio: cada país se cerró y se encerró”.
Revertir la cerrazón, conseguir que la voluntad humana, tanto personal como colectiva, avance en la apertura de una senda realmente humanista, superar el riesgo ecológico, biológico y bélico y aprender a afrontar nuevas incertidumbres: así de simple y así de complicado. Una tarea que compromete toda una vida, como en el caso de la aventura moriniana, que le ha llevado un siglo. A nosotros nos basta con considerar el verano que tenemos por delante: la redacción de #SomosPeriodismo al completo va a tomarse sus merecidas vacaciones y por eso nuestro periódico va a dejar de actualizarse durante las próximas semanas y hasta el inicio del próximo curso. Algunos nos llevaremos a casa los seis volúmenes de El Método, de Edgar Morin, para hallar en ellos inspiración y camino para aprender a nadar en ese mundo complejo.