Andreu Farràs, profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAB y coordinador del libro ‘Los invisibles’.
Los periodistas Pau Farràs, Imma Santos, Gemma Varela y Andrea Vargas, coordinados por el profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona Andreu Farràs han confeccionado un libro de los que no pueden prescindir los sociólogos y los estudiosos del fenómeno de las migraciones. Se titula ‘Los invisibles’ y recoge las trayectorias personales y las impresiones de 31 personas que han venido a vivir a Cataluña procedentes de 26 países diferentes. Leer sus historias es descubrir la pluralidad que conforma la sociedad en la que vivimos y, también, la dificultad que representa superar los tópicos y los estereotipos y asumir esa frase con la que no todo el mundo está de acuerdo de que «la inmigración es una riqueza, no un problema».
«La inmigración como fenómeno genérico es una oportunidad, un enriquecimiento»
¿La inmigración es una riqueza o un problema? ¿O las dos cosas a la vez?
Es una riqueza. Yo lo llamaría fenómeno. Es una oportunidad para que la sociedad se enriquezca. Que la llegada de personas, sean de donde sean, turistas o emigrantes, a un territorio, a un país, puede crear problemas de convivencia es indudable. Y esto pasa en una tribu de la Amazonia y en nuestra comunidad de vecinos. Viene una persona de fuera, otro, un diferente, no necesariamente diferente de raza o religión u otras cosas, sino que no lo conoces y hay una reacción de desconfianza. A ver cómo será esa persona, lo que hará,… ¿Se convivirá bien con ella? ¿Se adaptará a las normas de la comunidad de vecinos? Ahora estamos muy tranquilos y quizás a esta persona le gusta la fiesta, es sucia, no tira la basura, tira las colillas en el ascensor… Puede crear problemas de convivencia. Pero la inmigración como fenómeno genérico es una oportunidad, un enriquecimiento. Esto no quiere decir que algunas de las personas que lleguen puedan crear problemas de convivencia que, después, sean aprovechados por gente de aquí, autóctona, tradicionalista, xenófoba, que lo explote diciendo que es un problema, que no cabemos todo, etcétera.
«El 99% de los inmigrantes tienen problemas pero ellos no son un problema»
¿Por qué el título de ‘Los invisibles’?
El título de ‘Los invisibles’ es una declaración de intenciones. Queremos retratar a través de historias en primera persona a 31 inmigrantes y hacerlos visibles, visibilizar sus historias para contarlas enteras, cuanto más completas, mejor, sin quitar hierro pero desdramatizándolas. Hemos querido sacar el fenómeno migratorio de las páginas de Sucesos y explicar que el 99% de los inmigrantes tienen muchos problemas pero ellos no son un problema. Al contrario, la inmensa mayoría, después de muchas adversidades, de toparse con muchas dificultades que han tenido que superar, de mucha burocracia, de incomprensión, de no encontrar trabajo, de buscar oportunidades y cuatro duros debajo de las piedras, se han adaptado y les ha encantado la vida que tienen. La inmigración sólo es visible cuando se asocia con tragedias, con dramas, sean pateras, los manteros, los muertos en el Mediterráneo, problemas de vivienda, las kellys,… Sí, cierto, hay personas que tienen estos problemas pero también hay gente que hace una vida relativamente normal. Hemos querido visibilizar a estas personas y normalizarlas. Es un fenómeno que se tiene que tratar, desdramatizar y abordar con todos los pormenores, lo que por parte de los políticos, hasta ahora, ha sido un poco tabú.
31 migrantes. 17 hombres y 14 mujeres. ¿Como los habéis elegido?
La tarea de producción ha sido la más dificultosa. El libro parte de una idea que presenté a Ediciones 62. Yo trabajaba en El Periódico y en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAB y había que buscar una treintena de personas y escribir el libro en un año. Pedí ayuda a los compañeros Imma Santos, Gemma Varela, Andrea Vargas y a mi hijo, Pau Farràs. Queríamos buscar la máxima variedad de países. Son 31 personas, 17 hombres y 14 mujeres, una de ellas transexual, de 26 países. El trabajo de producción ha sido buscar a estas personas, que estuvieran dispuestas a hablar y que sus historias fueran interesantes y lo más variadas posible. Ha funcionado mucho el boca oreja, consultas a ONGs…
26 países diferentes. ¿El abanico de procedencias está cubierto del todo?
Es bastante plural como para enseñar la heterogeneidad, la diversidad de la inmigración. A veces se retrata la inmigración como un hecho homogéneo. Hay muchos tipos de inmigrantes y en el libro se ve. Nos hemos encontrado con auténticas sorpresas y el lector se encontrará con ellas. Muchos huyen de la miseria, del hambre, de la guerra, de la persecución política, del acoso sexual, del rechazo social… a veces sencillamente se van de su país para que sus hijos tengan un futuro mejor que el suyo. Pero también vemos casos de gente que ha venido porque Barcelona les ha gustado o porque se han enamorado de una persona que es de Barcelona o de Cataluña. Es el caso del cubano Liván Herrera que vivía tranquilamente en Cuba, que no tenía ningún problema laboral ni político, que estaba bien consolidado en el trabajo y vino a Barcelona por amor porque se enamoró de una catalana que conoció en La Habana. Hay gente que desde el primer momento vino a Barcelona pensando que éste sería su destino final y la hay que pensaba en otro destino final y que, por aquellas casualidades de la vida, fue a parar a Barcelona, Sabadell o Rubí, y se quedó cuando, en realidad, pensaba ir a Alemania o el Reino Unido. El libro marca una pluralidad, historias de gente sencilla, con muchas diferencias de todo tipo, cultural, religiosa, de país, también de origen social. Hay gente de origen pobre y gente de origen acomodado. Aparece una mujer paquistaní de familia de clase media, que explica que cuando vino aquí sus padres no le habían dicho que pasarían épocas en las que estarían peor que en Pakistán.
«Los inmigrantes tienen dos denominadores comunes: los problemas burocráticos y añorar la familia»
Si alguien hiciera un libro con 31 inmigrantes en Madrid, París, Londres o Nueva York ¿saldrían historias muy diferentes?
Me parece que no. Es una sensación, sin embargo. De todas las historias, más que el haber sufrido xenofobia -que no la han sufrido todos- hay dos denominadores comunes que sí han experimentado. Uno, los problemas burocráticos, que uno de ellos califica de murocráticos (de muro) o burrocráticos (de burro). Todos han tenido, con mayor o menor gravedad, problemas de papeles, de lentitud de las administraciones y es probable que se encontrasen con el mismo problema para tener los papeles en regla en Alemania, Estados Unidos o cualquier otro país. El otro denominador común es la importancia de la familia, los padres, los hijos, los hermanos… Muchos de ellos han quedado distanciados de la familia y eso es lo que más les ha dolido de su experiencia migratoria. No haber podido ir a los entierros de los padres, de hermanos o parientes queridos, no haber podido estar en estos momentos críticos con sus familias. Me sorprendió mucho que dos de ellos, de países muy diferentes, a menudo, por las noches, se conectan a Google Earth para ver su casa, para sentirse unidos con la familia.
¿Les preguntáis a todos lo mismo o ajustabais el cuestionaría a las peculiaridades de cada protagonista?
Hicimos un cuestionario estándar porque nos interesaba su vida pero también nos interesaba saber qué opinaban ellos de la sociedad que los recibía, como veían la reivindicación independentista en Cataluña… El biafreño está de acuerdo con la independencia. La china lo ve absurdo. Hay gente que considera que el resto de España trata injustamente a Cataluña y a los catalanes, que los catalanes no son como dicen en el resto de España. Los hay de todo tipo. También les preguntamos sobre el Barça. Teníamos un cuestionario más o menos común y, a partir de lo que nos contaban, íbamos tirando de una cuerda o de otra.
Presentáis las historias como si las explicaran ellos. Lógicamente, se las enseñasteis antes de publicarlas. Eso debe haber complicado el proceso de elaboración del libro.
Quisimos ser muy fieles. El relato en primera persona tiene mucha más fuerza que una entrevista. Además, permitía unificar el lenguaje, lo que era difícil siendo cinco autores. Los entrevistábamos, redactábamos y, a continuación, ellos lo repasaban y daban el visto bueno. Hubo una persona que no estuvo de acuerdo con el borrador, no se entendió con el periodista que le hizo la entrevista, y eliminamos esta historia. La mayoría estaban encantados con lo que hicimos y algunos quisieron matizar o eliminar algunas cuestiones que habían explicado.
Es un retrato de 31 migrantes pero también se puede leer el libro como el retrato de la sociedad que los acoge. Los conocemos a ellos pero también un poco a nosotros mismos ¿no?
El libro es un espejo de la sociedad catalana y de cómo nos ven los inmigrantes. Se habla mucho de la inmigración. No hay día en que los medios de comunicación no hablen de noticias protagonizadas por inmigrantes pero se profundiza muy poco en este fenómeno. Hemos hecho un intento periodístico de abordarlo dando voz a los inmigrantes para que expliquen cómo nos ven, cómo ven la política catalana y española, como ven la sociedad catalana y española, como se sienten aquí. Sólo se les suele preguntar por sus problemas pero no se les pregunta casi nunca por su vida.
«La inmensa mayoría de los inmigrantes que se han quedado se sienten bien acogidos»
¿Somos una sociedad acogedora o no tanto como decimos o creemos ser?
No hemos hecho de sociólogos ni de antropólogos, pero una de las conclusiones que se puede sacar de la vida de estos 31 inmigrantes es que se encuentran a gusto aquí, que todos ellos han tenido algún incidente desagradable o poco agradable pero la inmensa mayoría se sienten acogidos o, como mínimo, les dejan hacer su vida y salir adelante. Algunos con más éxito que otros pero todos se sienten bien acogidos, sin ocultar los problemas. También es verdad que hemos preguntado a 31 personas que se han quedado. No sabemos porque se han ido los que lo han hecho.
Entre historia e historia encajáis datos e informaciones sobre la cuestión de la inmigración y frases de estudiosos o de gente que habéis querido citar. Datos y vivencias. Habéis hecho un producto completo: 440 páginas.
Es un material que pueden utilizar los sociólogos y los expertos. No sólo hemos explicado las historias sino que hemos dado un contexto más general de donde se mueven las historias de los protagonistas, un escenario. A lo largo de todo el libro hay píldoras de información, de documentación, con estadísticas generales sobre el número de inmigrantes en Barcelona, Cataluña o España, el índice de fracaso escolar, el éxito laboral, porcentajes de refugiados, problemas burocráticos, los MENA… También hay reflexiones de expertos que han estudiado el fenómeno migratorio, de filósofos o sociólogos que lo han abordado, como Joseph Stitglitz, Zygmunt Bauman, Josep Ramoneda o Sami Naïr.
Después de leer ‘Los invisibles’ queda la impresión de que tenemos una sociedad muy diversa. ¿Cabe todo dentro Barcelona? Algunos de los protagonistas del libro dicen que aquí hay demasiados inmigrantes. Sorprende.
Preguntamos a los migrantes qué piensan sobre la inmigración. Te encuentras con gente que pide papeles para todos y que no entiende que haya tantos problemas para regular y acoger a los inmigrantes y la gente que pide asilo y te encuentras con otros que creen que en España hay una legislación demasiado laxa porque aquí no cabe todo el mundo. Dentro del propio colectivo de inmigrantes, y fruto de la heterogeneidad que hay, las respuestas son muy variadas. Hay quienes piensan que esto es como una habitación de hotel, donde no cabe todo el mundo y que si hay más gente de la cuenta se crean problemas graves de todo tipo. Es la misma variedad de opiniones que hay en la sociedad autóctona.
El grupo de inmigrantes protagonistas del libro. Imagen: Pepe Encinas.
Con el bagaje que te da haber coordinado este libro, ¿qué ideas has sacado de las normas hay que cambiar para hacer más amable la incorporación de estas personas a nuestra sociedad?
Es vital que las administraciones, todas ellas, se pongan las pilas. Quiero pensar que la lentitud burocrática no es una decisión política explícita y expresa. Esta lentitud dificulta mucho y muy injustamente la vida a estas personas y todas se quejan de ello. Son personas que vienen aquí, que en su inmensa mayoría quieren ganarse la vida de forma honrada y siguiendo todas las normas pero las administraciones, el Estado, dile como quieras, no se lo pone fácil. Esto hace que haya economía sumergida, abusos con la vivienda, estafas con los papeles y las regulaciones, corruptelas. Esta poca claridad, esta poca agilidad de las administraciones les genera mala vida, crea confusión, corrupción y problemas de convivencia y xenofobia. Si esto estuviera mejor regulado, en todos los sentidos, todo sería mucho más fácil. Es de temer, además, que con la nueva crisis que tenemos encima, mucho más grave que la de 2008, ya que se habla de una caída del PIB del 12% o del 13%, los invisibles sean más invisibles, más vulnerables y el colectivo más perjudicado. Más perjudicado primero sanitariamente y luego laboralmente y económicamente. Lo que se acerca, lo que ya tenemos medio encima, puede ser muy grave para este colectivo.
Un tema que genera muchos problemas es que la administración se desentiende de los chicos migrantes cuando cumplen los 18 años. Les echan de los centros de atención pero no les dan permiso de trabajo hasta unos años después.
Es esta falta de agilidad administrativa. Hace un año llegó el barco Aquarius, con unas seiscientas personas, la mayoría de las cuales pidieron asilo. El gobierno de Pedro Sánchez lo utilizó de forma propagandística para decir que ellos sí que eran humanos. Un año después sólo se han resuelto ocho solicitudes de asilo. Multipliquémoslo. Eso sólo hace que crear mucha incertidumbre y da pie a la corrupción de todos lados. No pueden trabajar, deben hacerlo en negro… A los empresarios les va muy bien. Los migrantes tienen que trabajar en negro y si se quejan los amenazan con despedirlos con cero indemnización y que espabilen. Y, lógicamente, no pueden ir a comisaría a quejarse.
«No sé si ‘integración’ es la palabra adecuada. A mí me gusta más hablar de ‘adaptación’»
La palabra ‘integración’ para referirse a cómo deben convivir los migrantes con la gente que lleva más años viviendo aquí es rechazada por mucha gente pero nadie encuentra cuál sería la adecuada. ¿La has encontrado?
No sé si integración ‘es la palabra adecuada. A mí me gusta más hablar de ‘adaptación’. Celestino Corbacho, cuando era alcalde de L’Hospitalet, dijo que no puede ser que el último que llega a una escalera de vecinos sea quien determina las normas. Es una manera dura de decirlo. La base no es tanto la integración y mucho menos pedir a los inmigrantes que olviden sus raíces, su cultura, su religión, sus tradiciones pero sí que deben adaptarse y cumplir las normas de la comunidad que los recibe. Esto es vital. ¿La integración es hablar catalán, ser del Barça e ir a ver a la Moreneta? No deben hacer eso. Yo creo en la teoría de los valores republicanos franceses, aunque luego, en la práctica, Francia no sea un buen ejemplo. Todo el mundo debe cumplir con los mínimos valores republicanos de convivencia: «Libertad, igualdad y fraternidad”. ¿Quién puede no aspirar a eso? ¿Quién puede no respetarlo? Y, a partir de ahí, que cada uno haga lo que quiera. Todos los col ectivos, el musulmán o el LGTBI. La inmensa mayoría de los migrantes lo tienen muy claro. Si nosotros nos viéramos obligados a emigrar iríamos a un país que admirásemos, que tendríamos como modelo y, por tanto, si lo tenemos como modelo debemos cumplir sus normas. Y si a las diez de la noche todo el mundo callado y en casa, tú también.
Francisco Candel empleó la expresión ‘Los otros catalanes’ para referirse a las personas que vinieron a trabajar a Cataluña entre los años 50 y 70. Podemos hablar de unos ‘otros otros catalanes’ o de alguna nueva expresión para referirse al colectivo que representan ‘los invisibles’?
Son ‘los otros catalanes’. Son la inmigración y los hijos de la inmigración de la última ola migratoria. En Cataluña, a lo largo de la historia, sobre todo a finales del siglo XIX y todo el siglo XX, ha habido diferentes oleadas migratorias. Todos somos hijos o nietos de migrantes de un modo u otro. Dudo que haya muchos barceloneses de cinco o seis generaciones. Deben ser muy minoritarios. Todos somos hijos, nietos o bisnietos de gente que migró a Barcelona o a Cataluña en un momento u otro. Primero, gente que fue a Barcelona desde el resto de Cataluña. Luego vino gente de las comarcas de Aragón y Valencia y, en los años cincuenta, sesenta, setenta, lo que Candel llamaba ‘los otros catalanes’, gente que venía de Andalucía, Extremadura, Murcia, Galicia o Asturias. Barcelona siempre ha actuado de polo de atracción, de imán con diferentes eventos: la exposición de 1888, la de 1929, los Juegos Olímpicos de 1992 y, ahora, con el boom turístico, además de la visita del Papa a la Sagrada Familia. Uno de los protagonistas del libro, el senegalés Lamine Bathily, lo explica en referencia a la expresión ‘Barsa ou Barsak’ que usan los inmigrantes africanos y que significa ‘Barcelona o te quedas en el mar’. Ir a Barcelona o al desastre.
El libro ha salido coincidiendo con el confinamiento por la pandemia de la Covidien-19. También es mala suerte…
¡Ojalá todas las desgracias fueran como ésta! Ha sido una cierta mala suerte, sí. El libro tenía que salir en marzo e, incluso, estaba prevista una presentación el día 23 de ese mes. El 14 de marzo, cuando se declaró el estado de alarma, ya estaba impreso y ha estado guardado durante toda la pandemia en los almacenes de Edicions 62. Ahora haremos una presentación festiva y presencial en el nuevo Espacio Abacus, el 14 de julio, que casualmente es el día de la República Francesa de la que hablábamos antes.
Por último, como profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UAB con veinte años de docencia en la espalda, ¿qué consejo o consejos darías a los futuros periodistas?
De los cinco autores del libro, cuatro hemos estudiado en la UAB. Pau ha estudiado en la Pompeu Fabra. Andrea Vargas se licenció el año pasado. A los estudiantes les diría que tengan espíritu crítico, muchas ganas de aprender y de saber cosas. Que sean conscientes de que no lo saben todo. Para ser un buen periodista tienes que tener cierta empatía, sensibilidad humana y olfato. Que tengan curiosidad universal y actitud. Es más importante la actitud que el conocimiento académico estricto.