A la pregunta de por qué había dedicado tanto esfuerzo a lo largo de su vida para conseguir la paz, Arcadi Oliveres, con una sonrisa sincera, decía que la culpa la tenía la escuela. En los Escolapis de la calle Diputació de Barcelona tuvo dos profesores que le influyeron profundamente. Uno fue un joven, pero ya combativo, Lluís Maria Xirinacs. Arcadi recordaba cómo, cuando tenía doce años, el que años después sería uno de los impulsores de la Asamblea de Catalunya, irrumpió en clase diciendo que el aula era una república y que lo primero que tenían que hacer era votar a un presidente. Otro fue Francesc Botey cuya denuncia de los maltratos y abusos que sufrían los gitanos le valió una condena de prisión del Tribunal de Orden Público (TOP). De Xirinacs decía que le enseñó la democracia, el pacifismo, la no violencia; de Botey la lucha contra las desigualdades… “¡En los Escolapis me prepararon muy bien!”, bromeaba de cara a su paso por la universidad, años llenos de activismo. No tardó en implicarse en la asamblea de estudiantes de la Facultad de Economía, siendo en 1966 uno de los organizadores de la asamblea constitutiva del Sindicato democrático de estudiantes de la Universidad de Barcelona, celebrada en el convento Pares Caputxins de Sarrià que, tras ser descubiertos por la policía, se convirtió en la Caputxinada. Ese día estaba marcado en la memoria de Oliveres por que su padre tuvo un infarto. Precisamente esa fue la causa de que no se quedara en el encierro del convento, aunque continuó prestando su apoyo desde el exterior.
En su último año de carrera, Arcadi fue procesado por el TOP acusado de tratar de organizar, junto con otros subdelegados de facultad, una manifestación con sindicatos obreros, si bien resultó absuelto. Siempre comentaba que el juez tenía prisa, que justo después tenía un juicio a ETA…
Al salir de la universidad, aunque tuvo que ponerse al frente de la empresa familiar tras la muerte de su padre; el activista siguió un camino que ya no abandonó nunca: se unió a uno de los movimientos de paz más importantes de la segunda mitad del siglo XX, Pax Christi. Formó parte de “Las rutas internacionales”, donde se reencontró con el sacerdote que jugó un papel fundamental en la Caputxinada, Joan Botam que lideraba la organización en Catalunya de estos encuentros internacionales estivales que aprovechaban la red católica para crear unión. Para Arcadi, su primera ruta, la de 1974 fue la más importante: en ella conoció a su mujer Janine.
Desde Pax Christi se impulsó la Marcha de la Libertad de 1976 que tuvo como objetivo reclamar la amnistía, la libertad, los derechos humanos y la recuperación del Estatuto y que durante dos meses recorrió Catalunya. Tan importante como aquel acto de reivindicación fue su preparación. Junto con Frederic Roda y Àngel Colom, con el objetivo de dotar de trascendencia internacional la Marcha, se decidió organizar la asamblea anual del movimiento mundial en Catalunya. El lugar elegido fue Montserrat un mes después de la muerte de Franco, en diciembre de 1975. De camino, con el autocar lleno de un centenar de representantes mundiales de Pax Christi, pararon por la Modelo para saludar a Lluís Maria Xirinacs en huelga de hambre para reivindicar la amnistía. En aquella asamblea de Montserrat participó también, aunque por sorpresa, Adolfo Pérez Esquivel, que entonces era coordinador general del Servicio Paz y Justicia para América Latina. Poco después se produjo el golpe de estado en Argentina con la que Jorge Rafael Videla asumiría el poder y Pérez Esquivel fue detenido en Ecuador. Cuatro años más tarde, después de su liberación recibió el Premio Nobel de la Paz por su firme defensa de los Derechos humanos.
La asamblea tuvo una importante repercusión mediática mundial (también la visita a Xirinacs): Pax Christi internacional estaba a favor de la amnistía en España lo que no evitó –o quién sabe si precisamente por eso- que el Ministerio de Gobernación, unas semanas antes del inicio de la Marcha, se pronunciara en contra de ella.
Aún así se hizo como se pudo… Arcardi recordaba que tenía que encargarse de la salida desde Tortosa y con este propósito viajó con dos de sus hermanos el 4 de julio del 1976. Antes de llegar a su destino, la Guardia Civil los detuvo, reteniéndolo a él 72 horas en la cárcel. Le interrogaron “de nueve de la mañana a las nueve de la noche”: se pensaban que la iniciativa era una réplica de la Marcha verde organizada por el rey de Marruecos Hasan II, que había comenzado ocho meses antes. Sólo unos pocos pudieron culminar la Marcha en el Monasterio de Poblet haciéndose pasar por invitados de una boda.
Tras la unión de varios movimientos pacifistas en la Marcha “tuvimos tal euforia que creímos que había que darle continuidad con la creación del Colectivo de acción no violenta de los Países Catalanes”, explicaba Arcadi. Grupos de objetores, Amigos del Arca, Pax Christi y grupos antinucleares se encontraron, redactaron unos estatutos y organizaron un encuentro en el Monestir de Ripoll para tratar de iniciar un camino común. De ahí, de alguna manera, surgió el Casal de la Pau, ubicado en un piso de Barcelona en la calle Bruc, entre Ausiàs March y Casp. Sede catalana de Pax Christi, coordinada de forma colegiada por Frederic Roda, Àngel Colom y Arcadi Oliveres; allí también acabaron instalándose en diferentes habitaciones otras organizaciones a favor de la no violencia. La coordinadora que se trató de crear en Ripoll no funcionó, pero aquel piso del Eixample fue la sede del pacifismo en Catalunya durante varios años.
Una de las campañas que más recordaba Arcadi fue la lucha contra la pena de muerte iniciada tras la muerte de Salvador Puig i Antich en 1974 y para tratar de salvar la vida a otros cinco condenados entre ellos Juan Paredes Manot, alias Txiki un año más tarde. “A las tres de la mañana llamamos al Vaticano para intentar que el Papa Pablo VI parara las ejecuciones”, explicaba.
En aquella campaña contra la pena capital colaboraron diferentes movimientos pacifistas como Justícia i Pau. Fue a partir de este momento que Arcadi empezó a colaborar con la entidad. La primera campaña que se le encomendó fue en favor del Tercer Mundo, la del “0,7 para el desarrollo”. Su cometido fue crear un informe como economista para aclarar el cálculo real del 0,7 %: Luego vinieron otras campañas: la del desarmamiento, la de OTAN NO, movilizaciones contra la guerra, sensibilización con los más desfavorecidos… Fue el presidente de Justícia i Pau entre 2001 y 2014.
Mientras todo esto pasaba, también el desmembramiento de Pax Christi a partir de 1977, cuando muchos de sus integrantes entran en política; la amistad de Esquivel con los activistas catalanes que había conocido en Montserrat se afianzó con los años. Cuando a finales de 1980 viajó con su familia a Oslo para recoger el Premio Nobel de la Paz, viajó después a Barcelona para pasar las Navidades en casa de Arcadi, de Frederic Roda, de Mercè Cucurny y de otros conocidos.
Esquivel recuerda que cada vez que tenía que venir a Europa intentaba pasar unos días para ver a sus amigos catalanes. En uno de esos viajes Roda y Arcadi lo llevaron a Sant Cugat del Vallés y se organizó una entrevista con el primer alcalde democrático de la localidad, Àngel Casas, en donde se acordó la creación de la Universitat Internacional de la Pau en el municipio, la UNIPAU, a partir de 1984. El objetivo de la Universitat era crear las condiciones y ofrecer las herramientas para el debate y la formación para la construcción de la paz y reflexionar sobre conflictos mundiales. Para ello, en sus más de 35 años de historia, la asociación ha organizado cursos de verano, conferencias, seminarios o proyectos educativos además de organizar la entrega, junto al Instituto Victor Seix de Polemología, del Memorial Joan XXIII.
Arcadi Oliveres murió siendo presidente de la UNIPAU, objeto de las conversaciones que he mantenido con él en las últimas semanas para trabajar en un TFG sobre la Universitat. El contexto histórico previo a la creación de la UNIPAU explica las conexiones entre sus creadores, la amplia experiencia en movimientos de paz de éstos fue la base de la entidad que iniciaba su camino con un Nobel de la Paz en primera línea. Arcadi afirmaba que se sentía “muy orgulloso del trabajo de la Universitat” ya que fusiona tres cosas fundamentales para la construcción de un mundo mejor “el estudio, análisis y conocimiento de la paz por un lado y la militancia activa por otro”, además de compartir todo este trabajo por la paz con un grupo de amigos de todas las edades.