Escribir en los medios de modo que los lectores te entiendan no es cosa fácil. Tampoco lo es hablar en el audiovisual ni narrar hechos a base de imágenes. Muchos alumnos cometen el error de quitar importancia a las habilidades en escritura periodística y reclaman aprender enseguida “técnicas” que les permitan practicar lo que se les enseña. Se comprende este interés, pero hay un error de base: no hay técnicas en periodismo, la técnica es pensar.
Podríamos hacer una broma irónica, incluso cínica: “Señoras y señores, bienvenidos al curso de periodismo en dos minutos. Lo que hay que saber: uno, aprendan a identificar las fuentes pertinentes; dos, atinen a valorarlas y contrastarlas; tres, extraigan de ello un relato informativo; cuatro, respondan en ese relato a las preguntas de qué, quién, cuando, donde, cómo y porqué; cinco, escriban el texto para que todos puedan entenderlo y de manera estructurada, clara, concisa y concreta. Eso es todo y muchas gracias; a la salida podrán recoger su diploma de grado”.
Por supuesto que para trabajar como periodista hace falta saber mucho más (y para serlo, no digamos) pero la broma sirve para destacar lo que es esencial en este asunto. Para escribir bien, sea con palabras escritas, dichas o con imágenes, es necesario pensar bien. Y a pensar bien se aprende. ¿Y cómo se aprende? Pues escribiendo. Esto parece otra broma pero no es así: en toda persona que se expresa mal hay siempre alguien que no llega a pensar con precisión. Los déficits en escritura periodística son siempre fruto de la insuficiencia en los procesos de pensamiento, siquiera, en última instancia, se trate de defectos de atención y concentración.
Pensar bien no es, de hecho, producto de la cultura o la instrucción. Véase como si se pone un micrófono delante de un campesino de cualquier país latinoamericano y se le pide una opinión se obtendrá una declaración no sólo relevante y coherente sino expresada en un español correctísimo hasta en la prosodia. Todo ello es fruto de una cultura popular transmitida entre generaciones que responde a un fuerte sentido del realismo y de la comunidad.
Pensamos, hablamos y escribimos peor que antes no por la influencia de los medios sociales digitales, a quienes se les acusa de ello cuando, hace aún poco tiempo, se adjudicaba a la televisión esa acción negativa. Lo que hace que nos expresemos mal porque no acabamos de pensar correctamente es la deficiencia de cohesión social, de calidad de relaciones e interacciones, del aflojamiento de los vínculos sociales y personales. Nuestra expresión es de mala calidad porque lo es nuestra vida social.
De modo que cuando el periodista bien formado aparece en los medios expresándose con corrección y precisión cumple con el papel educador de su profesión: muestra a sus conciudadanos la manera correcta de relatar las cosas tras haberlas pensado y estructurado en un discurso significativo. Y ahí sí que entra, ahora en serio, la broma del curso de periodismo en dos minutos: para hacer periodismo hay que haber asimilado previamente ciertas actitudes, procesos mentales racionales, capacidades de identificar y valorar lo que es y lo que no es noticia, habilidades en la transmisión de todo lo procesado a un público de manera comprensible.
Se entenderá pues que una formación en periodismo no sólo consiste en la instrucción acerca de unos procedimientos sino en la paulatina configuración de una determinada mentalidad que luego generará una práctica profesional concreta. Un periodista no se fabrica en cuatro días a base de rellenarlo apresuradamente de técnicas como si fuera un pollo dispuesto para ser horneado. Sí que sería aconsejable que el periodista completara su formación, antes o después de la periodística, con sólidos conocimientos de historia, derecho, ciencia o humanidades, con otros grados, maestrías o asignaturas selectas. Deberíamos, pues, hacer ciertas valoraciones personales. ¿Nuestras relaciones son de calidad, nos rodeamos de personas de las cuales podemos aprender y con las que mantener intercambios valiosos? ¿Llevamos a cabo actividades intelectuales que contribuyan a que nuestro razonamiento sea más preciso y nos enriquezcan con conocimientos? ¿Tenemos la oportunidad de practicar y desarrollar nuestras habilidades innatas o nuestras mejores inclinaciones, en arte, deporte, aficiones y muchas otras prácticas? ¿Somos conscientes de que hay ciertas capacidades que nos distinguen, nos preocupamos por realizar aquello que se nos da bien y en lo que somos realmente buenos? ¿Nos sentimos contentos cuando hacemos todo eso? Aseguro a los alumnos que si hacen todo o parte de todo esto se encontrarán con que la calidad de su escritura ha mejorado… y sin hacer el curso de periodismo en dos minutos.