La pandemia de coronavirus ha incidido a absolutamente todos los sectores de la sociedad y ha causado un impacto sin precedentes en las formas de realizar nuestras rutinas hasta la fecha. La situación de los estudiantes también se ha visto afectada debido a la crisis sanitaria; escuelas cerradas, clases online desde casa y examinarse a través de una pantalla. Algo que, si de buenas a primeras podría parecer atractivo y moderno, ha terminado siendo una pesadilla, especialmente, para aquéllos que empezaron el bachillerato en 2020 y han cursado toda esta etapa bajo el contexto de la pandemia, debiendo realizar la selectividad –ahora llamada EBAU– de forma telemática. 

Desde la redacción de Somos Periodismo aportamos hoy el testimonio de 3 estudiantes de bachillerato que se han examinado en la selectividad y nos cuentan cómo han vivido este año y los retos a los que se han enfrentado en el camino hacia el acceso a la universidad. 

Concretamente, hablamos con Èlia LLobera, estudiante de bachillerato humanístico, Helena Lorente, estudiante del científico y Katerina O’Donovan, estudiante de bachillerato social.

En 2021, el modelo de examen de acceso a la Universidad se ha modificado para adaptarlo a la particularidad del momento actual marcado por la suspensión de clases presenciales y la incorporación de sesiones online, reduciendo el número de pruebas y ampliando los modelos de preguntas para que el alumno pueda elegir entre más opciones.

“añadirle la pandemia a la selectividad lo empeoró todo”

Sin embargo, la sensación general de las alumnas ha sido que, pese a los cambios realizados en el modelo de EBAU, se han sentido poco preparadas y más inseguras a la hora de afrontar estos exámenes. Así lo confirma Èlia Llobera, “la selectividad es un momento de nervios de por sí, así que añadirle la pandemia lo empeoró todo. Las medidas del covid me estresaban mucho. Además, vivía con el miedo de no llegar donde yo quería”.  Por su lado, Helena Lorente afirma que “realmente sentía que iba allí sin saber lo que se necesitaba. Eso nos pasó a todos, aunque me sentí muy arropada tanto por compañeros como profesores”. Sin embargo, Katerina O’Donovan explica que intentó afrontar la selectividad con actitud positiva. “No quise martirizarme. Llegó un momento en que me dije a mi misma que me había esforzado mucho tras dos años muy extraños”.

Èlia Llobera, estudiante de humanidades.

A la sensación de ir poco preparadas se añadía el sentimiento de ansiedad vivido durante los meses de pandemia, cuando las clases presenciales estaban suspendidas y debían cursar el bachillerato de forma virtual. Cabe destacar que los estudiantes que se han examinado este año, han cursado tres cuartas partes del bachillerato bajo los efectos de la pandemia. Èlia Llobera explica que ha vivido esta etapa con mucho estrés. 

“aunque las clases online son mucho más cómodas que las presenciales, no aprendíamos ni la mitad”

“No te puedes permitir descansar porque el bachillerato no deja de ser una etapa de tu vida en la que tienes que dedicarte 100%, porque es lo que va a determinar qué harás en el futuro. Si el bachillerato de por sí es complicado, el hecho de incorporar un sistema distinto y haber tenido que acostumbrarnos a algo que no hemos hecho nunca –estudiar desde casa– ha hecho que todo fuera más frustrante, con el pensamiento de que no vas a poder llegar o de que algún día vas a explotar”. Katerina también manifestó ansiedad, “sentía que no daba todo lo que podía dar de mí, lo que me provocaba impotencia. He llegado a llorar mucho durante el curso”. Helena Lorente también reconoce que estudiar desde casa no le ha beneficiado, pues la nueva situación le ha producido mucha angustia. Sin embargo, tal y como afirma, “aunque las clases online son mucho más cómodas que las presenciales, no aprendíamos ni la mitad”. 

Helena Lorente, estudiante del bachillerato científico.

Las clases online, por muy atractivas que pudieran parecer en un principio para estudiantes acostumbrados a las nuevas tecnologías, han acabado convirtiéndose en la pesadilla de muchos. Y es que a menudo se producían problemas para conectarse o complicaciones a la hora de compartir los contenidos de aprendizaje por internet. Helena Lorente reconoce que las clases online, de entrada, eran de menor duración que las presenciales, puesto que no es lo mismo hacer 6 horas de clase de forma presencial que frente a una pantalla. 

Además, muchos de los contenidos se impartían a través de tareas encargadas y no mediante clases en directo. Del mismo modo, Katerina ha tenido la sensación de que la calidad de las clases online ha disminuido respecto a las presenciales. “La red del instituto, desde donde se conectaban los profesores, iba mal, por lo que a veces las clases empezaban más tarde, y también terminaban antes de la hora. El procedimiento de encender ordenadores y aplicaciones también llevaba mucho tiempo”. Èlia Llobera asegura que ha vivido las clases online con mucha frustración, porque “no es lo mismo poder estar en la misma aula con tu profesor, preguntarle en persona, que estar en tu casa, lo que provoca más pereza y una actitud más pasiva”.  Además, Èlia resalta los problemas de conectividad a los que se han tenido que enfrentar de forma recurrente. “Había fallos en la conectividad, problemas con los ordenadores de alumnos y profesores. También había profesores que no se conectaban a las clases en casa, por ejemplo, por lo que hacía todo más complicado”.

“Me costaba hasta escribir a mano tras tanto tiempo haciéndolo en un teclado”

No obstante, el fin de las clases online llegó con el inicio del nuevo curso el pasado septiembre. Bajo estrictas medidas de higiene, los estudiantes pudieron volver a las aulas y dejar atrás meses de reuniones de Zoom. Pero no todo fueron buenas noticias, pues la llegada de la presencialidad no fue como muchos esperaban.  “Cuando volví a clase todo era extraño, ya que iniciamos un sistema al que nadie estaba acostumbrado (llevar mascarilla, mantener la distancia…), no sabía si iba a acostumbrarme. Mi rendimiento también se vio afectado, incluso me parecía que me costaba hasta escribir a mano tras tanto tiempo haciéndolo en un teclado”, afirma Èlia. Helena también reconoce que le costó volver a acostumbrarse a la dinámica de las clases presenciales “al volver a clase me di cuenta de que me costaba mucho más concentrarme”. Por su lado, Katerina también ha tenido problemas para concentrarse en clase, “me dispersaba mucho y me costaba atender al profesor más de lo normal, por lo que mi rendimiento bajó muchísimo. Siempre buscaba algo con lo que entretenerme, como dibujar”.

Katerina O’Donovan, estudiante del bachillerato social.

El curso ha sido diferente y la preparación para los exámenes de la prueba de acceso a la Universidad no han sido una excepción. Èlia reconoce que se ofrecían clases extras para poder alcanzar el nivel suficiente. De hecho, explica la dificultad de seguir esas clases dado la elevada densidad de contenidos a los cuales se tenían que enfrentar los alumnos. “Había que repasar todo el curso”. Èlia también reconoce que esto ha hecho que no pudiera estudiar como hubiera querido. 

En todo caso, la preparación para los exámenes, además, se llevó a cabo con otro componente de incertidumbre: ¿cómo iba a ser el examen? Katerina explica que más que el modelo de examen, lo que le preocupaba era la cantidad de temas a estudiar en tan poco tiempo. Helena admite haber tenido miedo a un posible cambio de dificultad. Un elemento que se podría repetir en una buena parte del alumnado como parte fundamental de las dudas sobre los exámenes de la selectividad. 

«de haber estudiado en condiciones normales, hubiera adquirido más competencias»

Bajo la sospecha sobre la efectividad o no de las clases online para poder examinar y evaluar que el alumnado dispone de un grado mínimo de conocimiento, los dos últimos cursos, han sembrado más dudas aún. El acompañamiento del profesorado ha sido clave en la última etapa, aunque tal y como reconoce Èlia Llobet los nervios fueron difíciles de evitar. Katerina considera que, de haber estudiado en condiciones normales, hubiera adquirido más conocimientos y competencias. “Las pruebas hubieran sido más complicadas, por lo que también habríamos estado más preparados académicamente”. 

La amalgama de encontrarse de nuevo con gente desconocida en el entorno, además del propio momento del examen, genera situaciones de tensión importantes. Aún así, si en un momento de crisis sanitaria, social y económica, hay un consenso sobre el modelo educativo entre los estudiantes es que sobran las barreras, las cámaras y los micrófonos. Porque tal y como reconoce Llobet “estudiar online solo nos ha traído cosas negativas”, algo en lo que coinciden las tres estudiantes.

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