El 10 de abril de 1998, Irlanda del Norte y Reino Unido lograron el histórico acuerdo de Viernes Santo, que puso fin a un conflicto de casi 30 años entre el unionismo y el independentismo. Ahora, con la salida del Reino Unido de la Unión Europea se han planteado medidas parche y surgen incertidumbres sobre el futuro económico y político.
Levantar aduanas y controles migratorios en una frontera de más de 400 kilómetros es una de las grandes piedras de molino en el divorcio entre Londres y Bruselas. Se trata de la división entre la República de Irlanda, estado comunitario de la Unión Europea; e Irlanda del Norte, territorio perteneciente a Reino Unido. El primer ministro británico se prepara para un escenario político hostil que no pudo soportar su predecesora, Theresa May.
En sus últimas negociaciones con la Unión Europea, la ex primera ministra británica, Theresa May, intentó proteger el histórico Acuerdo de Belfast, del 10 de abril de 1998. El acuerdo significó la paz luego de un cisma político y étnico entre británicos e irlandeses, extendido por casi 30 años en la región y que motivó actos terroristas en busca de la reunificación de toda la isla. No obstante, a pesar de las buenas intenciones de May, esto significaba alejarse de los principios del Brexit y de esta manera, perdió el apoyo de su parlamento inglés, que le exigía una posición más favorable a la autodeterminación.
La propuesta de May se denominaba backstopo salvaguarda irlandesa, una medida que garantizaba, básicamente, que Irlanda del Norte se mantuviera dentro de la zona económica europea. Esta fórmula fue rechazada rotundamente en Londres, porque significaba crear una frontera económica interna entre Irlanda del Norte y el resto de Inglaterra. Finalmente, May se vio obligada a dimitir por falta de apoyo político su acuerdo de retirada quedó en el aire, a pesar de que las negociaciones siguieron avanzando.
En julio de 2019, Boris Johnson es nombrado nuevo primer ministro y da un giro de timón a las negociaciones. Con el lema “un acuerdo nuevo, un acuerdo mejor”, ofreció un documento más afín hacia los intereses de autodeterminación de los ingleses y el avance firme hacia el divorcio definitivo. A diferencia de su antecesora, Johnson contó con el apoyo de las dos cámaras del parlamento británico, sobre todo los partidos más radicales a favor del Brexit, lo que le facilitó concluir el proceso.
Luego del 31 de enero, día en que se oficializó la salida, se formuló un calendario de negociaciones ‘posBrexit’ para resolver los asuntos pendientes hasta finales de este año. Sin embargo, con el nuevo escenario político, el futuro del backstopdeja más dudas que certezas y las inconformidades se empiezan a evidenciar.
La incertidumbre ha provocado reacciones críticas de líderes unionistas de Irlanda del Norte, como Sammy Wilson: “El Acuerdo de Retirada del Brexit es el peor de todos los mundos, no el mejor de ambos mundos.”
El jefe de gabinete británico, Michael Gove, advirtió que en última instancia se decidirá cómo interpretar el protocolo de Irlanda del Norte y allí se conocerá si habrá o no aduana interior en Reino Unido. Los líderes políticos de Escocia, Gales e Irlanda del Norte sienten que sus demandas son ignoradas ante la posición del gobierno británico de centralizar las negociaciones. Se barajan algunas posibilidades que permitan comunicar a Irlanda del Norte con el Reino Unido, como la construcción de un túnel.
La ronda de negociaciones ‘posBrexit’, citada para el 18 de marzo, podría aplazarse con la emergencia sanitaria del Coronavirus, y esto obligaría a cambiar la hoja de ruta prevista por Boris Johnson. Sin embargo, Gove ha confirmado que la meta trazada para terminar las negociaciones, sigue siendo hasta diciembre de 2020.