
El 20 de octubre de 1982, la capital rusa fue testigo de una catástrofe silenciada por el KGB
Arnau Escobar, Sergi Félez, Joel Font, Martina Garcia y Toni González
La tragedia en el estadio Luzhniki de Moscú, que se saldó con 340 víctimas mortales y más de un millar de heridos, es uno de los mayores dramas sucedidos en un estadio de fútbol a lo largo de la historia. Una negligencia en el protocolo, sumada a una sucesiva cadena de trágicas casualidades, generó una escena de terror en uno de los túneles del estadio. Una historia que fue ocultada por el gobierno ruso durante años y que, junto a episodios similares de avalanchas humanas que ocurrieron en otros estadios en la década de los 80, marcó un punto de inflexión para que la UEFA y otras organizaciones comenzaran a implementar mejoras en las normas de seguridad de eventos deportivos masivos.
Cronología de una tragedia
El 20 de octubre de 1982, el Spartak de Moscú ruso y el HFC Haarlem holandés disputaban el partido de ida de los dieciseisavos de final de la Copa de la UEFA en el Estadio Central de Lenin (el actual Luzhniki Stadium). Pese a ser un partido importante para el equipo moscovita, inicialmente apenas se vendieron 16.000 entradas para el encuentro. Esto provocó que solo se abrieran dos sectores del estadio, el A y el C, dónde las autoridades decidieron juntar a todos los espectadores. Por lo tanto, en un recinto con capacidad para 100.000 espectadores, todos ellos se concentraron en un mismo graderío. Un diseño de seguridad insuficiente que no previó una asistencia al encuentro mucho más superior.
El partido transcurrió con normalidad hasta los instantes finales. Cuando todavía no se había cumplido la primera media hora de juego, el conjunto Krasno-Belie se adelantó en el choque con un gol de Edgar Gess. A partir de ese tanto, el encuentro transcurrió con normalidad y sin sucesos remarcables hasta el minuto 90.
A falta de escasos segundos para el pitido final, el defensor Sergéi Shvetsov firmó el segundo tanto para los locales, poniendo el definitivo 2-0 en el marcador y desatando la locura entre la hinchada del Spartak. Era un gol en el añadido que significaba mucho para conseguir el billete a los octavos de final de la Copa de la UEFA. Sin embargo, lo que no imaginaba Shvetsov es que su gol sería recordado por todo menos por eso.
Muchos aficionados que ya estaban abandonando el recinto decidieron volver para oír la celebración del gol, lo que generó un colapso con los seguidores que habían visto el partido completo y procedían a salir del estadio. Esas aglomeraciones, sumadas a la caída fortuita de una aficionada en una de las escaleras, generaron un embudo humano que provocó el bloqueo de la única salida abierta. “La gente caía por las escaleras resbaladizas como en un dominó, golpeándose los unos con los otros. […] Vi al menos cien cadáveres tirados en los pasillos mientras salía del estadio”, relataba el tenista profesional Andréi Chesnokov, que por aquel entonces tenía 16 años y se encontraba entre los asistentes del Estadio Lenin.
Una tragedia silenciada
Los días posteriores al partido, las autoridades soviéticas minimizaron los hechos y restringieron cualquier información relacionada con la tragedia. El diario Vechernyaya Moskva publicó una breve nota en la que se hablaba de un “accidente” ocurrido al final del encuentro, con “algunas bajas” y una investigación en curso. Ningún otro medio nacional amplió la noticia. La televisión estatal no mencionó lo sucedido y la prensa deportiva trató el incidente como un episodio menor. Los familiares de las víctimas se enfrentaron a un silencio oficial que les impidió conocer el paradero de sus allegados, mientras los servicios de seguridad vigilaban incluso los funerales. Durante años, el suceso quedó relegado al olvido dentro de la Unión Soviética.
El Kremlin fijó oficialmente el número de fallecidos en 66 y cerró el caso con una investigación interna que nunca se hizo pública. Bajo la dirección de Yuri Andrópov, las autoridades atribuyeron la tragedia a errores de organización y condenaron a varios responsables del estadio a penas leves, sin revisar el papel de la policía ni del dispositivo de seguridad. No fue hasta finales de los años ochenta con la llegada de la glásnost impulsada por Mijaíl Gorbachov, cuando comenzaron a difundirse los testimonios de los supervivientes y los informes ocultos. En 1989, el diario Sovetsky Sport reveló que la cifra real de víctimas podría superar las 340 personas, confirmando que durante más de siete años la magnitud del desastre había sido deliberadamente encubierta por el Estado.
Mapa de los 10 estadios con mayores tragedias.
Impacto en la actualidad
Cada 20 de octubre, el recuerdo de la tragedia del Estadio Lenin sirve como un recordatorio de la importancia de la seguridad en los recintos deportivos. A raíz de desastres como aquel —y otros ocurridos en Europa durante las décadas siguientes—, las normativas internacionales se endurecieron para garantizar la integridad de los aficionados: se limitaron los aforos, se impuso la obligación de que cada aficionado contara con un asiento numerado, se mejoraron las vías de evacuación y se implementaron controles más estrictos de acceso y vigilancia.
Sergéi Shvetsov, autor del gol decisivo, confesó años después que desearía no haberlo marcado, sintiéndose culpable de haber desatado el caos. El suceso impactó profundamente al Spartak de Moscú, que continuó la temporada bajo un clima de tristeza y silencio.
Trayectoria del Spartak de Moscú en la Copa de la UEFA de 1982/83.