Hay cambios de director y movimientos telúricos en la propiedad de importantes diarios españoles y las ondas expansivas se sienten más allá de la milla de oro madrileña en la que se cuecen y comentan los asuntos políticos y económicos. Sin embargo, el lector corriente y moliente, para poder enterarse ni que sea un poquitín de lo que sucede allí se las ve y se las desea para hallar noticia de ello por lo menos tan fiable como la información que suele consumir cada día. Esa es una paradoja del periodismo que podría resumirse en una Ley de Jaimito que un servidor se acaba de inventar: “Todo periódico es capaz de informar con precisión y calidad en la medida que el objeto de su información esté cuanto más alejado posible de sus propios intereses”. Es una ley que por más que sea cierta nos muestra una realidad grotesca: en última instancia toda la sofisticación periodística de un diario acaba resultando autoblocante cuando se trata de tocar las cosas de comer. 

No existe, por tanto, libro de estilo superior al refranero español: “En casa de herrero, cuchillo de palo”.  Para saber los cómos y porqués, o por lo menos dimes y diretes de los citados movimientos, el lector ha tenido que echar mano de un diario digital de esos a los que algunos miran por encima del hombro. No sólo es imposible ahora mismo enterarse de lo que sucede en el interior del periódico de referencia en sus mismas páginas y a causa de la Ley de Jaimito sino en las del resto de la prensa impresa, como si no hubiera competencia entre periódicos y como si esta no fuera tan legítima como deseable. Se abre pues ante los ojos de quien desea iniciarse en el periodismo profesional una serie de paradojas o por lo menos particularidades que hacen de nuestro oficio una actividad harto peculiar. 

El estudiante de periodismo atento deberá, pues, darse cuenta de que la nuestra no es una industria como las demás. Empezando por ver que por encima de todas las declaraciones grandilocuentes, los libros de estilo omniabarcantes y las cejas altas como actitud ante el mundo es tan revelador lo que se expresa como lo que se silencia. Y es que el periodismo, que es un método de análisis sucesivo de la realidad social (según Lorenzo Gomis)  tiene que ver, por encima de todo, con las realidades humanas tal como son, expresadas con crudeza y fundamentadas en sus intereses. Es tarea del periodista, precisamente, apartar la hojarasca que recubre los intereses que mueven a las personas y dejar que salgan a la luz sus auténticas motivaciones. En eso consiste el periodismo y no en ninguna otra cosa (y en reconocerlo cuando no es posible hacerlo) . El resto son humoradas jaimitescas.

Artículo anteriorCOVID-1984: cuando la realidad supera la ficción
Artículo siguienteEstudiantes presentan libro sobre periodistas censurados