Por: María Paola Puglia, Laly Chavarry, Isaray Rivera, Iker Prados y Joel Baltazar.
Esta es una crónica humana sobre el día a día de uno de los mercados tradicionales más populares de Barcelona. De un huevo que vale 40 euros a 40 tipos de aceitunas; estas son algunas de las historias, caras, colores, olores, sabores y texturas del mercado de Sant Antoni.
Elvira y Francisco: 50 años de vivencias
Caminan pausado. Disfrutan de la experiencia en cada puesto. Se los conocen de memoria. Saludan a cada vendedor por su nombre. Hablan sobre sus vidas. Seleccionan la fruta que se llevarán a casa. Son Francisco y Elvira, de 72 y 70 años de edad.
Ambos tomados de la mano caminan con un carro de compras. Frecuentan el Mercado de los Encants de Sant Antoni al menos una vez por semana. La pareja asegura que son clientes del mercado desde hace más de 50 años, luego de que se casaron y se mudaron a Sant Antoni, barrio barcelonés del distrito de Eixample.
El Mercado de Sant Antoni no siempre fue un centro de venta de alimentos y bienes. En tiempos del Imperio Romano en el lugar existía una muralla que fue construida para reforzar la protección y delimitar la extensión territorial.
Alrededor de 1970 se convirtió en el primer mercado a las afueras de Barcelona. Con una estructura inspirada en el “Eixample de Barcelona”, el lugar cuenta con 224 paradas variadas, en las que se pueden encontrar frutas, verduras, pescados, carnes e incluso ropa. Las paredes de este mercado encierran siglos de historia y una convergencia entre dos mundos: lo tradicional y lo moderno.
Francisco y Elvira hacen sus compras en el Mercado de los Encants de Sant Antoni, pero también frecuentan el supermercado que se encuentra debajo de él: Lidl, en donde compran jabones y otros productos envasados.
Como ellos, muchos ciudadanos compran en ambos lugares. En este gráfico comparamos algunos de los productos que Francisco y Elvira adquieren de manera frecuente.
“Cosas como la carne, los huevos y el pescado tienen mayor calidad, nunca los compraría en el supermercado”
Elvira, clienta del mercado.
“El mejor mercado de Barcelona”
Francisco y Elvira vivieron las reformas que tuvo el mercado en el año 2007, las cuales le dieron la estructura que tiene actualmente, y sienten que ahora es un lugar mucho más cómodo para hacer las compras. Ya que ensancharon los pasillos, pusieron aire acondicionado y calefacción. Mejoras que le dieron un ambiente agradable al lugar.
“El mercado no valía un pimiento, porque era muy antiguo, lleno de gente y de barullo”
Antonio, vecino del mercado.
Al igual que Francisco y Elvira, Antonio asegura que después de las reformas, este lugar se ha convertido en “el mejor mercado de Barcelona”. Luego de las remodelaciones, que tuvieron en cuenta el carácter monumental e histórico del lugar, el mercado pasó de ser más tradicional a uno más moderno y adaptado a la realidad comercial. Esto produjo una convergencia interesante entre un mercado clásico y un supermercado moderno.
El proceso de modernización conllevó a que los comerciantes se trasladaran a un mercado provisional, en donde continuaron con sus negocios; mientras que el interior del mercado era modernizado en su totalidad. Esto causó la implementación de nuevas paradas de ventas y la remodelación total de las ya existentes.
“Antes era un mercado, ahora es un gran almacén, incluso discutí con el concejal del distrito del Eixample en ese momento; le dije que había degradado el barrio a una zona capitalista más”, dice Carmen, de 80 años de edad, otra vecina de la zona. Ella menciona que le gustaba más el mercado como estaba antes de las reformas.
La parada 96
Uno de los cambios más importantes es que se situó el mercado dentro del edificio actual y que los comerciantes tuvieron que hacer reformas importantes a fin de tener puestos estéticamente más llamativos.
Un ejemplo de ello es la Parada 96 “Ous de Calaf”, que vende gran variedad de huevos y a diferentes precios que van desde 1 hasta 40 euros la unidad.
A pesar de la variedad de precios, Yolanda, la vendedora de este puesto afirma que generalmente se queda sin huevos antes de finalizar el día.
“Hoy ya no me quedan huevos, estoy esperando que me traigan de nuevo, pues se venden bastante”
Yolanda, vendedora del mercado.
Yolanda lleva 25 años vendiendo huevos en esta parada y explica que el precio de los huevos depende de su procedencia. Por ejemplo, los huevos ecológicos —que preservan la alimentación y calidad de vida de las gallinas— son más costosos. Mientras los huevos de temporada son los que tienen un precio más alto.
Un mercado de barrio
Francisco y Elvira fidelizan sus compras en el mercado por la frescura de los alimentos. Ellos frecuentan el puesto de Jofeliza —que trabaja en el mercado desde muy joven—, quien asegura no recordar ya cuánto tiempo lleva vendiendo garbanzos, lentejas y judías cocidas en el mercado.
“Desde siempre este ha sido un mercado de barrio, al que vienen más personas mayores a hacer sus compras, a algunas las veo muy seguido”
Jofeliza, vendedora del mercado.
Jofeliza menciona que la mercancía le llega nueva cada día, sin importar que haya quedado del día anterior, pues la frescura es la primera característica diferenciadora del mercado.
Oscar Martín Pérez, Coordinador de Proyectos de Análisis y Estrategias del mercado, puntualiza que el valor agregado del Mercado de Sant Antoni es la calidad y variedad de productos, además de la atención personalizada y especializada de los comerciantes.
Otro puesto que visitan Francisco y Elvira, es el de Vilma, que lleva un año como vendedora de verduras y legumbres. Ella ratifica que cada mañana cambian la mercancía que llega de todas partes de España e incluso del extranjero.
También menciona que llegan frutas de Hispanoamérica, y es por esto que los turistas se acercan a comprar; especialmente la pitahaya, también conocida como fruta del dragón, originaria de América central y del Caribe.
“Esta parada tiene un poco de cada país, los turistas y migrantes compran para sentirse cerca de casa”
Vilma, vendedora del mercado.
Los turistas vienen a mirar el mercado
“¿Lo de siempre?” pregunta Luana, con familiaridad, vendedora del puesto “Mar de mar” cuando ve llegar a Francisco y Elvira, mientras que una lluvia de agua fresca rocía cada poco tiempo las sardinas, merluzas, boquerones, gambas y ostras expuestas en la parada.
Luana trabaja en el Mercado de Sant Antoni desde hace cuatro años y asegura que “los turistas vienen a mirar lo que hay para comprar porque no ofrecemos una oferta gastronómica ya preparada; sí que hay paradas que ofrecen ostras más que todo, pero aquí es más para comprar y cocinar en casa”.
El Mercado de Sant Antoni también tiene una oferta gastronómica para los turistas y aquellos que quieran disfrutar platos tradicionales de la ciudad de Barcelona. Con la misma característica de frescura, los restaurantes se llenan de comensales que conversan y pasan el rato.
A diferencia de Francisco y Elvira, que solo van a comprar una vez a la semana; María, de 70 años de edad, una asidua clienta del mercado, se alista para ir al lugar cada mañana: “En casa nos gusta consumir alimentos muy frescos, es por eso que compro por día lo que voy a cocinar, especialmente las frutas y el pescado”. Los martes son los días para cocinar mariscos en su casa, pues los pescadores salen los lunes y abren los puestos los martes con mercancía muy fresca.
María prefiere ir ella misma al mercado y escoger lo que quiere llevar, lo ve como un paseo diario. Sin embargo, sabe que también tiene la alternativa de pedirlo y que se lo lleven a casa, opción que usa cuando son muchas las bolsas para llevarlas ella sola.
Martín Pérez explica que este servicio está pensado especialmente para las personas que tienen dificultad para cargar la mercancía: “Hoy en día ha evolucionado y 40% de los mercados, ofrecen este servicio de delivery de forma centralizada”.
Colores, texturas y tamaños
Distintos colores, texturas y tamaños decoran la vidriera de la parada 123, donde Joan Agudo vende más de 40 tipos distintos de olivas. 90% de ellas provienen de España, mientras que el otro 10% de Italia y Grecia.
“Son unas olivas internacionales, a cada viaje que voy, me las llevo y me tomo fotos con mis olivas”
Joan, vendedor del mercado.
Joan especifica que tiene una propuesta perfecta para la maleta de mano de los turistas: una docena de olivas variadas por solo 12 euros. “Es lo que más se llevan, pues está pensado para que transporten un poquito de España a donde sea que vayan”.
No necesariamente hay que ir al mercado para vivir la experiencia de compra, según el plan de digitalización de los mercados en Barcelona, los proyectos y las tecnologías de ventas online permiten a los consumidores comprar los productos, que estos se dejen en un casillero y recogerlos luego, aunque el mercado esté cerrado. Esto le agrega un valor importante a la experiencia de compra, sin perder la frescura de los alimentos y adaptándose a los tiempos cambiantes de sus compradores.
A través de las plataformas y página web, los consumidores viven la experiencia del mercado a distancia sin perder la cercanía que caracteriza las ventas en estos lugares, con fotos y apartados especiales para cada parada, que no solo especifica lo que venden sino quienes se encargan de la atención.
Francisco y Elvira aseguran que no cambiarán su experiencia en el mercado, pues el calor humano y la cercanía los invitan a volver cada semana.
El Mercado de Sant Antoni ofrece lo mejor de los dos mundos, tradición y modernidad, y se mantiene a la vanguardia para satisfacer las necesidades de sus clientes.