Màrius Carol fue director del diario La Vanguardia entre diciembre de 2013 y febrero de 2020, que es tanto como decir que vivió desde esta atalaya privilegiadamente informada el procés. Y este procés, que supuso que el apoyo a la opción independentista se disparara en Catalunya durante aquellos años, es el protagonista principal -no el único- del libro que ha publicado este mes de abril: «El camarote del capitán» (Destino). Sustituyó en la dirección del periódico a José Antich, que le había dado un giro favorable al movimiento independentista. Carol recentró el diario del Grupo Godó desde un despacho que siempre quiso que tuviera la puerta abierta. Esto no quiere decir que de su paso por aquel camarote no queden secretos que aún no puede o no quiere explicar. En el libro, sin embargo, explica un puñado de ellos.
¿Cómo le dejó su predecesor, José Antich, el despacho? ¿Qué se encontró cuando llegó en diciembre de 2013?
Costó un poco entrar en el despacho porque él tenía muchas cosas, material, libros,… Yo me comprometí que el día 1 de marzo de 2020, que era el día en que yo dejaba formalmente de ser director, el despacho estaría vacío. Y lo cumplí aunque dejé algunos libros que no me cabían en ningún sitio. Me encontré un ficus que estaba muy poco cuidado. Y una caja fuerte. Él tenía papeles, documentos, algún dinero. Yo nunca la usé. David Jiménez, en su libro ‘El director’ dice que el despacho del director es uno de los grandes espacios de poder que hay en un país. La prensa no tiene la influencia que tenía. Sigue siendo un espacio de poder pero no hay que mitificarla. Cuando alguien entra en el despacho del director lo mira con curiosidad, como si allí hubiera secretos que la gente se piensa que atesoran los periodistas, pero yo creo que el buen periodista cuando tiene un secreto lo vehicula al diario y si no lo puede explicar no sirve para nada; quizás para sus memorias. Como director, las cosas que podíamos explicar, las contábamos. No las guardábamos en ninguna caja fuerte.
¿Y qué llevó usted a su despacho?
Decidí que cada lunes pondríamos un ramo de flores. Me gusta sentirme acompañado por la vida y las flores representan la metáfora de la vida. Me llevé mi cartel de Kennedy, una foto de Marilyn, cuatro libros y los gadgets con los que me siento a gusto. Los despachos reflejan mucho la personalidad de quien los ocupa. Cuando ocupas circunstancialmente un despacho que no es el tuyo está bien que refleje la manera que tienes de entender la vida y el mundo. Kennedy es uno de los grandes mitos del siglo XX. Es el hombre que interpreta que para ganar una campaña electoral se necesitan los medios de comunicación de masas. Es el primero que descubre que su encanto personal puesto en la televisión le da un plus y seguramente gracias a ello derrotó a Nixon. Entendió que se debe tener mensaje, discurso y relato. Me interesa mucho como personaje. Estuvo poco tiempo y no fue el mejor de los presidentes pero tenía mucho carisma y una capacidad brutal para dirigirse al personal. La foto de Marilyn la compré en Manhattan y tiene un punto de encanto. Los mitos deben morir jóvenes. Esta mirada entre ingenuidad y maldad que tenía es una buena metáfora del periodismo, que debe conjugar bien un punto de falsa ingenuidad y de pequeña malicia.
Dice que la puerta de su despacho estaba siempre abierta. Esto tiene sus peligros
El despacho del director de La Vanguardia está en la redacción. La redacción está en los pisos sexto y séptimo y el despacho del director en el séptimo. En unos momentos difíciles del periodismo, cuando difícilmente puedes aumentar los salarios o dar demasiado satisfacciones a los redactores, te toca estar cerca de ellos y darles empatía, cercanía. Cuando entré de director se hacía una votación que no compromete a la empresa pero que te puede dejar en una mala situación. A mí me votó el 85% o el 86% de la gente y en el momento de irme me hicieron una fiesta de estas secretas en que estaba prácticamente toda la redacción. El cariño que recibí se parece mucho al que intenté dar. He intentado ser un director cercano a la gente y me han visto como un compañero más a quien, en un momento dado, le toca ocupar esta posición en un tiempo difícil del país. Cuando la puerta está abierta también había quien entraba a tomar un café, aprovechando que yo tenía cafetera. Esto da un poco el tono de lo que quiere ser el director; si quiere ponerse un escalón por encima o quiere situarse al mismo nivel que los demás. Es verdad que tienes que marcar distancias y que hay cosas a las que no puede acceder todo el mundo pero desde el punto de vista de la relación personal me encantaba pasear por la redacción y escuchar a la gente. Si no escuchas a la gente al final no sabes con quien trabajas. Me di cuenta de que la redacción de La Vanguardia se parece bastante a la sociedad catalana, lo que quiere decir que hay gente indepe y gente no indepe y que en la misma semana que un alto cargo de la vicepresidencia del gobierno español me decía que el 1 de octubre no habría urnas resulta que a mi secretaria de entonces la escogían como suplente para esconder algunas. Una redacción como la de La Vanguardia es un retrato de lo que es sociológicamente el país. Esto te obliga a intentar entender las razones del otro. La misión que a mí me encomienda el editor es volver a poner La Vanguardia en el carril de la centralidad y lo hago sin insultar, ni regañar.
Le tocó vivir desde el camarote del capitán los tiempos más tensos del procés
El 9 de noviembre es evidente que el gobierno de España tolera la consulta. Esa misma semana le pregunté a Soraya Sáenz de Santamaría qué harían y ella se encogió de hombros, como diciendo que no podían hacer nada. Aquella vez, sin embargo, se sienten engañados. Les dijeron que no harían un uso político de la consulta porque, de hecho, convocaban Òmnium y la ANC pero al final se sienten engañados cuando convocan a los corresponsales extranjeros y sale la vicepresidenta del gobierno catalán y hace una lectura política. No quieren que les vuelva a pasar lo mismo pero el 1 de octubre no se puede gestionar peor. Las imágenes de la prensa al día siguiente son las que son e, incluso, el propio Rey se queda perplejo. La prensa internacional no es que sintiera una especial simpatía por el independentismo pero ante la violencia bastante gratuita de la jornada todos los editoriales señalan que la gestión fue un fracaso para el gobierno de España. Por ello, el Rey tiene la necesidad de salir para marcar dos cosas: el territorio democrático y enviar un mensaje más allá. Sale, habla y a partir de que lo hace comienzan a llegar a la Zarzuela mensajes del presidente de la República francesa, de la cancillería alemana, del rey de Marruecos, sobre todo de Europa y los países más cercanos de España poniéndose al lado del gobierno español ante los independentistas. Intenta rescatar una cierta imagen de España, pero hace un discurso poco empático, puertas adentro de Catalunya. Le faltó una apelación al diálogo diciendo que de la misma manera que hemos sabido ir de la mano los catalanes y el resto de los españoles en otros momentos y hemos podido mostrarnos al mundo como una realidad potente estoy convencido de que lo volveremos a poder hacer.
Le ha comentado personalmente esta reflexión
Algo le he podido decir.
¿Lo explicará en otro libro?
Son conversaciones donde no puedes romper el off the record. Quizás con la distancia y el tiempo.
El momento más memorable de estos años como director ¿es la tarde-noche en que Carles Puigdemont debía decidir si convocaba elecciones al Parlament o proclamaba la independencia de Catalunya?
Hay dos días: el 1 de octubre y el 27 de octubre. El 1 de octubre se veía que aquello no iría bien. Un grupo de amigos cenamos esa noche. Sergi Pàmies, que siempre te ayuda a reflexionar y poner un punto de paz en las cosas, Lola García, Miquel Molina… Planteamos como lo teníamos que enfocar. Había un punto de preocupación y de tristeza, de que nos habíamos metido en un laberinto del que sería muy difícil salir. El de ese día es uno de los periódicos más difíciles de hacer. Es un periódico complicado, que titulamos de forma muy informativa: «El gobierno de España reprime el 1 de octubre». Y ponemos una imagen a cinco columnas de policías repartiendo porrazos y llevándose a dos manifestantes a las puertas de un colegio. Es muy parecido a las portadas que hicieron The New York Times, Die Zeitung o Le Monde. Son días complicados porque digas lo que digas una parte de los lectores no entenderá lo que quiere decir el periódico y cómo lo dice. El 27 de octubre, la declaración de independencia queda superada por un hecho que viene después, que es que se suspende la autonomía. La noticia que publicamos el día 28 es que Catalunya se queda sin autonomía, por la que habíamos luchado de una forma transversal y total. Acabábamos de perder la capacidad de actuar de nuestras instituciones. Aquella declaración tampoco se entiende. No se publica nunca en el DOGC. Es aquella imagen de un funcionario de la Generalitat que es el que tiene que poner el lápiz de memoria en el DOGC, que al final consigue entrar en el Parlament para asistir a la sesión donde se hace la declaración y cuando vuelve al Palau de la Generalitat nadie le llama para que lo ponga en el ordenador y comiencen a salir los decretos que desarrollan la independencia.
¿En aquellos días no pensó que el periódico en papel estaba muerto? Las noticias cambiaban continuamente y sólo los digitales podían informar al instante
Todo esto es verdad pero al final los historiadores recurrirán a los periódicos de papel, que es lo que queda. Es verdad que Google lo guarda todo pero el mundo digital es fungible. Me he dado cuenta de que todavía hoy el periódico de papel, que se ha hecho pequeño y cada vez tiene menos lectores, es quien marca la agenda. La imagen de ese día es la portada del diario de papel. En la web iban saliendo portadas, íbamos cambiando. El día 26 y el día 27 las noticias no duraban una hora: vamos a elecciones, no vamos, se retrasa la rueda de prensa, ahora convocaremos el Parlament,… la pelota iba de un campo a otro. Al final, lo que te queda es la portada de aquellos días.
¿Ve futuro al papel?
Durará hasta que quieran los lectores. El New York Times hoy es un gran negocio porque tiene muchos suscriptores en digital. Los ingresos más importantes no provienen ni del papel ni de la publicidad. Provienen de los millones de suscriptores que pagan cada mes y, a menudo, no sólo por el periódico sino por servicios como los crucigramas o el canal de cocina. No discuto que la fuente de financiación acabará siendo la web pero creo que todavía hay mucha gente que quiere un diario en papel. Sulzberger, que fue editor del New York Times, primero decía que los periódicos de papel desaparecerían pero acabó diciendo que habrá mientras haya quien los quiera. El tocadiscos se ha recuperado. Conozco ejecutivos de este país que me dicen que su vida transcurre a través de pantallas y que, al final, hay un momento en que necesitan poner los ojos sobre una hoja de papel. El libro en papel ha resistido. El libro digital no se ha impuesto.
La bajada de ventas de los periódicos es indiscutible
Nosotros tenemos un número de suscriptores muy alto, el más alto de España. Tenemos un poco menos de 50.000 suscriptores del periódico en papel y entre 18.000 y 20.000 personas que están suscritos al pdf, que pueden ver el periódico en el ordenador o el móvil, en la otra punta del mundo o de madrugada en la cama. Tenemos sesenta y tantas mil personas que nos leen en papel o en pdf. Quizás no es un gran negocio pero forma parte del negocio. Y vendemos unos cuantos en el quiosco. ¿Durará mucho o poco? Mientras quiera la gente. Debemos saber ponerlos de moda.
José Antich salió de La Vanguardia y montó un portal digital. ¿Se ve montando un imperio digital?
No, no, no. Tengo trabajo. Tengo un contrato para escribir los próximos años en La Vanguardia, seis días a la semana, y asesorar al grupo Godó. Javier Godó quiere escribir las memorias y me ha pedido que le ayude. Tengo una novela por escribir. Tengo proyectos y me gustaría hacer un documental…
¿Y si le ofrecen ser director de TV3?
Me pilla mayor
Si fuera director TV3 ¿qué cambiaría?
No conozco el medio. Si una crítica se puede hacer a TV3 es que debería ganar transversalidad.
Acaba el libro escribiendo que «hay vida, hay esperanza y hay periodismo. Y espero que por mucho tiempo. O quizás para siempre». ¿Qué debemos entender por este «quizás»?
No soy un augur pero quería que el libro transpire un acto de fe y un acto de amor al periodismo. Creo en el periodismo. Es lo que dice el New York Times en su última campaña de publicidad: La verdad es más necesaria que nunca. En estos momentos ¿quién te puede garantizar o aproximarse al máximo a la verdad? Medios serios, que trabajen el periodismo de investigación, que estén preocupados por la calidad, que sean capaces de hacer una pausa… El New York Times no es que reciba una llamada e inmediatamente lance la noticia para ser el primero. Prefiere no ser el primero a cambio de que la información esté bien contrastada, bien editada… que al final lo que acabe colgando en la web del diario se aguante por todas partes. No todo el mundo tiene la capacidad de no ponerse nervioso, de esperar, de contrastar… El buen periodismo es más necesario que nunca. Entre otras cosas porque es un momento de ascenso de populismos, de derechas y de izquierdas. Un momento en el que todo el mundo se siente actor de la comunicación, el que está en Instagram, el que está en Facebook, el que tiene un blog… todo el mundo se piensa que está arreglando el mundo. Pero lo que garantiza un cierto rigor es saber qué hay detrás de una empresa periodística. En Twitter vale todo. Se tiene que ordenar tarde o temprano. No puede ser que no se denuncien más los bots, no puede ser que la gente vaya enmascarada en Twitter. A mí que alguien me insulte me sabrá mal pero si sé quién es me duele menos. Lo que me fastidia es no poderle contestar porque no sé quién está al otro lado. Esto no es ir contra la libertad de expresión. Es ir a favor de la libertad, de la credibilidad de un medio porque, en el fondo, las redes sociales son medios de comunicación. Debemos exigir la máxima seriedad. No puede ser que cualquier cretino nos intente vender que el mundo es cuadrado o que las vacunas hacen que se te caigan las orejas. ¡Basta ya de tonterías! Debemos pedir el máximo rigor y que los responsables de las redes ayuden a que el mundo sea mejor y no se conviertan en esta especie de cloaca que, a veces, parece que son.