Un vistazo a la estructura del poder político, económico y mediático y a las líneas editoriales e informativas de los contenidos informativos difundidos nos permite postular que los medios en España, y muy especialmente la prensa impresa y digital, son prensa de partido que no se declara como tal. Unos periódicos que si hoy, como en el siglo XIX y principios del XX, indicaran en su cabecera una afiliación política no tendrían la menor oportunidad. Sin serlo ni decirlo, esa prensa se presenta como si fuera independiente a pesar de que, de hecho, está férreamente vinculada a los intereses vigentes en las diversas arenas en las que se disputa el poder y ciertas hegemonías sectoriales.
El resultado de todo ello es un campo de Agramante en el que el replanteamiento radical y obligado del negocio de la información a causa de la digitalización se da en condiciones no sólo inciertas sino a menudo más problemáticas que lo que debiera ser. Y la paradoja que se da en él es que la pócima que te salva la vida es la que te mata: las empresas periodísticas aspiran a salvarse y tener éxito en un mercado informativo que difícilmente volverá a será como el que hemos conocido. Pero para lograrlo necesitarían de una libertad de vuelo creativo que les permitiera motivar y movilizar a un público y una clientela ávidos de innovación y ofertas periodísticas en medio de la gran transformación informativa. Sin embargo persisten en subsistir luchando con un brazo atado a la espalda (a veces con dos) porque sin la subordinación al dinero-poder-afán hegemónico se hundirían como plomos en el agua.
Los periódicos deben continuar publicándose y la industria de la información debe renovarse de manera que los medios continúen siendo un negocio. A nadie benefician unos medios dependientes de intereses financieros y de cualquier otra índole. Por más que simulen independencia a base de sensacionalismo político lo máximo que consiguen es aspirar a mantener cautivo a un público adicto a su línea partidista.
No es malo que el periódico que publicas busque su nicho de ventas entre quienes comparten sus ideas con él. El problema es que eso es pan para hoy y hambre para mañana. ¿Dónde están los grandes periódicos de partido de hace cien años? Todos han dejado de publicarse porque los lectores han evolucionado y ellos se quedaron atrás. En España, en cambio, aún no es así. Existe un gran número de personas que esperan, cada mañana, no un periódico que les informe sin prejuicios acerca de lo que sucede sino uno que les diga precisamente lo que ellos están deseando escuchar. Y eso conduce al inmovilismo en un sector industrial que se caracteriza por la innovación y el cambio constante: no hay nada más antiguo y desfasado que el diario del día anterior; no hay esfuerzo más característico de la profesión que la pugna por aparecer cada día con una portada distinta a la anterior y con una noticia que nadie más publica.
El extraño contraste entre fidelidad a una línea informativa y editorial y un público que espera ser fielmente informado sin ser indebidamente halagado es uno de los contrapesos y equilibrios que caracterizan a la prensa liberal y democrática. Prensa independiente es la que permite a sus lectores que nada va a anteponerse entre el servicio al relato fiel de los hechos y cualquier otro interés, incluido el interés comercial de la empresa editora. Eso es lo que significa exactamente el concepto de periodismo independiente, que los lectores sean conscientes de que su diario les pertenece a ellos y no a cualquier otro. Y sobre todo que lo sean igualmente sus profesionales y la propiedad de la empresa.
Esos contrastes, contrapesos y equilibrios que pueden resultar extraños son, nada más y nada menos, que la coherencia del papel de la información con las características de la sociedad abierta, que aspira a ser una sociedad en que se reconozca la complejidad que le es propia en vez de tratar de manejar y condicionar el pluralismo. Cuando esto último sucede es cuando la información se transforma en mera propaganda. Y de manera consiguiente, los periódicos dejan de ser percibidos como algo en lo que se pueda confiar porque hasta el más lerdo percibe que en ese caso, los medios informativos se alejan de la realidad y por tanto dejan de interesar. Por eso el futuro de la prensa está ligado a la innovación creativa y la transformación y por eso los periodistas tienen que plantearse no sólo explicar el mundo sino además, cambiarlo.