La presencia de Tony Wheeler en el ciclo Argonautas, organizado por el Departamento de Periodismo y Ciencias de la Comunicación de la UAB y cubierto por Somos Periodismo, ha sido un acontecimiento que dejará huella en las mentes de aquellos que han sido capaces de prestarle atención. La participación de Wheeler en nuestras actividades ha sido un privilegio porque la importancia de su obra, la creación de las guías de viaje Lonely Planet, forma parte de la historia del siglo XX y el enorme cambio cultural de su segunda mitad. El libro que Tony escribió con su esposa, Maureen, que explicaba su experiencia, titulado “Destinos improbables” llevaba el subtítulo descriptivo de “Cómo dos mochileros recorrieron Asia a pie y revolucionaron el mundo de los viajes independientes”. Hicieron algo más que eso: llegaron a vender más de 120 millones de libros de su colección de guías, recibieron de la reina Isabel la distinción caballeresca de Oficiales de la Orden de Australia y, sobre todo, transformaron el modo de viajar de las generaciones jóvenes, formando parte de elementos icónicos de la contracultura, como el rock, el comic, los enteógenos y la psicodelia, las nuevas formas de sociabilidad, familia y relación sexual, las ideas universalistas de unidad del género humano y la apertura al encuentro de las distintas culturas y su aprendizaje mutuo. Fueron más que dos mochileros hippies: son unos civilizadores.
Los Wheeler abrieron los caminos que los jóvenes que han cambiado el mundo han recorrido al haberles mostrado cómo hacer su descubrimiento, entre ellos, a viajeros y periodistas que fueron pioneros de esa corriente en nuestro país, como Pepa Roma, Ana Briongos y Xavier Moret (por citar a tres amigos de nuestra facultad que nos descubrieron el extremo oriente hace más de 40 años).
Ahora, Tony Wheeler nos ha propuesto una revisión del largo camino que recorrió su generación. El covid-19 obliga a replantear las posibilidades, forma y sentido del viaje a todos los niveles, tanto en el turismo como en la exploración libre del mundo. Y por consiguiente el cambio de circunstancias y de limitaciones que determinan la libertad de viajar y sus condicionamientos lleva a revisar críticamente nuestro concepto actual de periodismo de viajes.
A pesar de las limitaciones actuales, el periodismo de viajes no desaparece ni se detiene, simplemente reflexiona sobre sí mismo. Puesto que no es un simple desplazamiento ni un entretenimiento sino una práctica profesional relacionada con la información, la literatura, el servicio al lector, el descubrimiento geográfico y social y la investigación humanista, el periodismo de viajes ofrece al profesional de la información un vastísimo campo de pensamiento y acción. Ni más ni menos que el resto de especialidades informativas: ¿en qué medida, por ejemplo, hay que repensar la entrevista como género cuando no se puede realizar de manera presencial? Tantos años hemos estado rechazando que políticos o capitanes de empresa quieran despachar una petición de entrevista personal remitiéndonos a un simple cuestionario cuando ahora nos vemos obligados a esperar respuestas escritas a preguntas remitidas si queremos entrevistar a alguien.
Valga este ejemplo para plantearnos la tarea que nos aguarda: observar de qué modo elementos fundamentales del periodismo son cambiados por la presente circunstancia, como el acceso directo a las fuentes informativas, el reflejo literario de la conversación periodística, la absorción de las nuevas determinaciones tecnológicas como parte del discurso narrativo de los géneros y las coberturas noticiosas por parte de los reporteros. Quizás este momento crucial nos esté ayudando a distinguir entre el grano y la paja en la práctica del periodismo y los retos que presenta el periodismo de viajes sean solamente una parte del desafío completo. A pensar, pues, y gracias, Tony.