La espinosa situación económica que vive Colombia, derivada de la pandemia y de políticas socioeconómicas no resueltas, que se esperaban suplir con un proyecto de reforma tributaria injusto con la clase media y baja, condujo a un paro nacional liderado por los grandes sindicatos, pero apoyado por universitarios y colegiales que se convirtieron en el músculo potente de las protestas.
En efecto, a fuerza de gritos juveniles, arengas, pancartas, marchas y enfrentamientos con la policía y con los Escuadrones Móviles Antidisturbios (Esmad) -que intentaban disuadir a los protestantes con sus “armas no letales”-, no solo lograron el hundimiento de la reforma tributaria, sino que, inconformes, se quedaron en las calles exigiendo cambios profundos ligados con otros proyectos del gobierno Duque, pero, sobre todo, pidiendo una transformación real en un país de cambios frágiles y superficiales.
Hoy retumban sus reclamos en las calles, en los parques, en las plazas, en las redes sociales; en medio de una oleada de violencia que deja, hasta la fecha, 1.876 hechos violentos según Indepaz y la Organización Temblores. Pero quién dijo miedo. Allí están: desafiantes, valientes; haciendo de este abril y mayo de 2021 fechas históricas.