El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, nunca ha tenido pelos en la lengua para enfrentarse a cualquiera que se le pusiera por delante. No ha sucumbido ante la batalla frente a los medios de comunicación ni contra los manifestantes en contra de la muerte de George Floyd, de modo que no es de extrañar que hiciera una nueva demostración de desprecio petulante para enfrentarse a una de las plataformas más influyentes del panorama digital; Twitter.
La firma ha puesto en marcha, desde marzo, su nueva herramienta de verificación de datos muy efectiva para combatir las noticias falsas. Algunas de estas medidas se basaban en la verificación de tuits con vídeos alterados digitalmente, por ejemplo, y más tarde ampliaron esa política a los materiales relacionados con la covid-19 tras el auge de la difusión de bulos sobre el virus y sus efectos.
La plataforma declaró que si la información publicada se considera falsa, el tuit sería etiquetado y posteriormente eliminado, pero si el contenido del tuit en cuestión es cuestionable, aparecería una etiqueta con una advertencia. En cambio, si las afirmaciones no son verificadas, se esperaría a la confirmación, pero la plataforma no actuaría.
Si bien Twitter fue criticado en un pasado por su inacciónante ciertos comentarios ofensivos y violentos y no había desarrollado ninguna medida en contra de la difusión de mentiras de sus usuarios – siempre y cuando las publicaciones no presentaran una amenaza directa para los mismos-, ahora que ha puesto en marcha esta medida parece que no a todos les parece buena idea, sobre todo a los sectores más simpatizantes de Trump, pues este mecanismo fue puesto en práctica por primera vez en uno de los tweets del presidente estadounidense acerca del voto por correo.
El 26 de mayo Donald Trump, que cuenta con más de 52 mil tuits escritos y 82 millones de seguidores publicó en la plataforma que el voto por correo en California era “sustancialmente fraudulento” y que allí “las urnas serán robadas, las boletas (electorales) serán falsificadas e incluso impresas ilegalmente y firmadas fraudulentamente”. Como respuesta, Twitter etiquetó por primera vez el mensaje como “engañoso” e incluyó un enlace que que redirigía aluna página con artículos periodísticos que desmentían los dichos del primer mandatario.
Esta respuesta desató la ira del mandatario, quien acusó a la plataforma de “interferir en la elección presidencial” y “sofocar la libertad de expresión”. Además, prometió “regular las redes sociales o cerrarlas”. De este modo, al día siguiente dictó una orden ejecutiva solicitando a la Comisión Federal de Comunicaciones que revisara el beneficio que tienen las plataformas tecnológicas (Sección 230 de la Ley de Decencia de las Comunicaciones) de no ser responsables de los contenidos que los usuarios publican en ellas. Por lo tanto, si este supuesto se cumpliera, el escenario sería totalmente distinto, pues Twitter, Facebook, YouTube y muchas otras redes sociales podrían recibir millones de demandas.
Si bien los ánimos ya estaban caldeados entre Twitter y Trump por las declaraciones sobre el voto por correo, su afrenta no se quedó allí. Tras cuatro días del asesinato de George Floyd, el hombre negro que fue asfixiado hasta morir por un policía en Minneapolis, y en medio de un clima dominado por las protestas contra la violencia policial y el racismo, Trump incendió las redes una vez más. Esta vez, su tuit declaraba que “cuando empiezan los saqueos, empiezan los disparos”. Esta frase hacía referencia a uno de los discursos del jefe de Departamento de Policía de Miami en los años 60, Walter Headley, un ferviente opositor a la lucha por los derechos civiles.
En este caso, Twitter volvió a actuar en contra de Trump y daba una advertencia antes de acceder al tuit original declarando que el contenido “incurría en una violación de sus reglas que prohíben glorificar la violencia”.
Este mensaje caldeó todavía más los ánimos en un país marcado por la gran tensión provocada por la muerte de un hombre negro bajo custodia policial. Esta ira se tradujo en miles de comentarios al tuit– que posteriormente la plataforma restringió- tanto de quienes denunciaban las palabras del presidente por alentar al ejército a disparar contra civiles como de simpatizantes del mandatario que aplaudían esta política de “mano dura” contra los manifestantes “radicales”. Ante esta oleada de comentarios y polémicas, Trump se vio obligado a reformular sus palabras y matizar su significado:
«Los saqueos conducen a tiroteos y por eso un hombre fue baleado y muerto en Minneapolis el miércoles por la noche, o miren lo que pasó en Lousville [Kentucky] con siete personas baleadas. No quiero que esto suceda y eso es lo que quiere decir la expresión compartida anoche. Fue dicho como un hecho, no como un comunicado. Es muy simple, nadie debería tener un problema con esto excepto los resentidos y aquellos que buscan causar problemas en redes sociales. ¡Honremos la memoria de George Floyd!».
Las acciones de verificación y advertencia de mensajes de Twitter plantean una serie de cuestiones; ¿qué papel debe jugar twitter? ¿Se trata de una medida selectiva y partidista, o aboga por el bien común? Si vamos al tweet donde la plataforma aclara la información de Trump sobre el correo por voto vemos que nos redirige a noticias de The New York Times, la CNN o The Washington Post. Éste último diario tuvo una afrenta con Trump cuando éste, en 2016, prohibió al diario acceder a sus ruedas de prensa y mítines de campaña. Además, el New York Times critica constantemente la gestión del presidente. Si bien sectores simpatizantes con los republicanos denuncian el “partidismo” de Twitter, ¿es motivo suficiente para dejar que esta plataforma siga siendo un campo de batalla dominado por la desinformación como lo ha hecho hasta ahora?
Estos sucesos evidencian la importancia y el papel que juegan las noticias en la opinión pública, y más en tiempos de coronavirus. La pandemia ha traído consigo un mayor nivel de riesgo para la desinformación, pues se han difundido todo tipo de noticias que, siendo falsas o no contrastadas, han podido suponer una amenaza tanto para la salud pública como para la democracia. Es por este motivo, que las redes han tenido que reinventarse y desplegar todo tipo de herramientas y medidas para frenar esta oleada de fake news.
Ahora que Twitter encabeza una de las acciones más contundentes contra la difusión de noticias falsas, es difícil que haya vuelta atrás. La plataforma afirmó recientemente que ha aumentado la implementación de la inteligencia artificial para detectar tanto cuentas falsas como automatizadas; las cuentas que más fake news difunden. Así pues, el porcentaje de uso de algoritmos aumentó del 30% al 55% en los últimos meses y se estima que durante el 2020 se eleve hasta un 60%.
Estos datos demuestran, una vez más, la necesaria alianza de la inteligencia artificial con la profesión periodística para frenar un fenómeno de desinformación que, si bien no dejará de existir de un día para otro, podría disminuir su circulación y frenar su impacto en la opinión pública con medidas como las que ha implementado Twitter.