
Una jornada que ha reflejado la urgencia del periodismo frente a la desinformación y la transformación del sector
El periodista y escritor David Jiménez recibió este lunes el Premio Ítaca 2025, un galardón que reconoce una trayectoria marcada por la defensa de la libertad de prensa, la integridad profesional y el compromiso ético con la verdad. La estatuilla, un barco inspirado en el poema Ítaca de Kavafis —símbolo de la aventura periodística— fue entregada por Rosa María Calaf. La periodista, mantuvo con el premiado una conversación que navegó por los grandes desafíos del oficio en tiempos de desinformación masiva y concentración de poder.
REFLEXIONES SOBRE EL OFICIO: LA URGENCIA DEL BUEN PERIODISMO
“Para los que dicen que el periodismo no sirve para nada, yo creo que no hay momento donde haya sido más importante” afirmó David Jiménez tras recibir el galardón. La frase funcionó como punto de partida para una crítica más amplia al ecosistema mediático, donde —según él— la rentabilidad mal entendida ha terminado desplazando el compromiso con la verdad. “Es legítimo que un medio quiera ser rentable”, recordó, “el problema es cuando esa rentabilidad se hace a costa de la mentira y la manipulación”. En ese marco, la precariedad y la pérdida de reputación no aparecieron como coyunturas pasajeras, sino como síntomas de un modelo que lleva años erosionándose desde dentro.
En la conversación, Calaf defendió la necesidad de volver al contacto directo con la realidad: “Si no pisas el terreno te comprometes a contar versiones”. Esa llamada a recuperar la esencia del oficio conectó con otra de las reflexiones más duras de Jiménez: la incapacidad del periodismo para evaluarse a sí mismo. “No es una profesión con mucha tolerancia a la autocrítica”, afirmó, recordando que el sector exige transparencia hacia afuera mientras evita examinar sus propios fallos. El resultado, según él, es un deterioro sostenido que ha permitido a intereses políticos y económicos colonizar espacios que deberían haber permanecido independientes.
En su análisis de la deriva mediática, el exdirector de El Mundo habló sin rodeos de corrupción, intereses cruzados y connivencias con el poder. “En España hay periodistas que son militantes de partidos ejerciendo de periodistas; son buenos comunicadores, pero alternan el poder”, afirmó. También situó la desinformación como un riesgo global alimentado por gigantes tecnológicos: “Diez billonarios de Silicon Valley han acumulado la mayor fortuna explotando los peores instintos de las personas, generando odio y manipulación sin consecuencias ni límites”.
Para Jiménez, la respuesta pasa por una defensa radical de la credibilidad personal: “Nada de lo que tú hagas puede ser mentira o desinformación… Lo que no puedes perder es tu credibilidad. La tienes que llevar de un lado a otro”.
NUEVOS FORMATOS, NUEVAS AUDIENCIAS: EL PERIODISMO EN TRANSICIÓN
En este contexto de transformación, la entrada de Jiménez en YouTube apareció como un ejemplo práctico del desplazamiento real de la conversación pública. No lo presentó como una aventura tecnológica, sino como un retorno a la libertad: “Soy el único dueño del canal y de aquí no me puede echar nadie”. Pero su reflexión iba más allá del caso personal. “Tenemos que ganar la batalla donde está la audiencia”, dijo, subrayando que los streamers han logrado una conexión con sus comunidades que muchos medios tradicionales no han sabido cultivar.
Tanto Jiménez como Calaf coincidieron en que los hábitos de información están mutando rápidamente. La audiencia joven se informa cada vez menos a través de medios generalistas y más mediante plataformas donde predomina la conversación directa. “La gente cree que está informada cuando en realidad está entretenida”, lamentó Calaf. Para ambos, la reconstrucción de la confianza exige asumir que los formatos han cambiado y que el periodismo no puede seguir ignorándolo.
Jiménez, además, defendió la necesidad de incorporar nuevas herramientas sin miedo: “La inteligencia artificial va a cambiar las cosas más de lo que lo hizo Internet. Hagámonos aliados de esta tecnología”, apuntó.
TRAYECTORIA: EL LARGO VIAJE HACIA ÍTACA
Como en el poema de Kavafis, la Ítaca que hoy celebra a Jiménez no es un destino, sino un viaje. “Es un viaje que no termina nunca”, reflexionó el periodista al recibir el que definió como su “primer premio a la trayectoria”. El camino comenzó en el Extremo Oriente, como corresponsal de El Mundo, cubriendo guerras, catástrofes y transformaciones políticas en países como Afganistán, Birmania, Japón o China.
Esa travesía profesional —marcada por la valentía, el rigor y la mirada humana— lo llevó también a la dirección del diario, una etapa que relató sin concesiones en El director. No siempre fue fácil, llegó incluso a la cola del paro, temeroso de ser reconocido. Poco más tarde descubrió que en los libros había una voz que lo acompañaba incluso en los momentos más duros. “Coraje moral es hacer cosas que van en contra de tus intereses” recordó el periodista.
UNA JORNADA PARA PENSAR EL FUTURO
La entrega del Premio Ítaca tuvo lugar en la XIV Jornada “Viajes, Comunicación y Aventura” organizada por el Gabinete de Comunicación y Educación de la UAB, un espacio que cada año reflexiona sobre el papel del periodismo en un mundo en transformación. La edición contó con voces como Rosa María Calaf, Martín Caparrós o José Manuel Pérez Tornero, además de la entrega del nuevo galardón “Comunicación y valores” a Jorge Valdano.
En un contexto global marcado por la desinformación, la polarización y el descrédito de los medios, la jornada sirvió para subrayar —desde la experiencia de reporteros que llevan décadas en el terreno— que la aventura de llegar a Ítaca sigue siendo necesaria. Y que, como recordó Jiménez, “no hay un momento en el que haya sido más importante el periodismo”.

