
Riesgo, incertidumbre y planes frustrados en la travesía hacia el sueño americano
Arnau Escobar Pujadas, Sergi Félez Navarro, Joel Font Gómez, Martina Garcia Ballester, Toni González García.
Cada año, miles de migrantes centroamericanos y sudamericanos se suben al tren de carga conocido como La Bestia para atravesar México rumbo a Estados Unidos. Según datos oficiales, cerca de 500.000 personas intentan este recorrido cada año, buscando escapar de la pobreza, la violencia o la falta de oportunidades en sus países. Viajando sobre los techos de vagones repletos, enfrentan jornadas extremas, temperaturas que superan los 40 grados y una amenaza constante de asaltos, secuestros o caídas mortales.
En realidad, el recorrido no es ni lineal ni rápido. Existen múltiples vías y transportes a los que recurrir para llegar a los Estados Unidos. La Ruta del Golfo, la Ruta del Centro o la Ruta de Occidente son algunas de las alternativas que presenta el recorrido, parando en ciudades como Querétaro, Irapuato, Torreón, Monclova o Chihuahua. La mayoría de ellas, con Ciudad Juárez o Piedras Negras como destino final. La duración total puede extenderse por semanas, marcada por las esperas, las averías inesperadas y la necesidad constante de ir cambiando de tren.
diversos grupos humanitarios ofrecen apoyo a los migrantes que enfrentan el peligro del trayecto
Los migrantes viajan a la intemperie, sobre los techos o entre los vagones, enfrentando riesgos constantes de accidentes graves, violencia y extorsiones por parte del crimen organizado, además de las condiciones extremas del clima. Pueden llegar a haber cerca de 1.000 personas subidas en 20 vagones. “Tú puedes hacerlo, mi amor”, “tú puedes escalar este tren”, recuerda María que le decía su marido, Junior. Ellos son una pareja de enfermeros que se jugó la vida para llegar a Estados Unidos. Esta motivación mutua estaba impulsada por la esperanza de conseguir un futuro mejor y de escapar de la pobreza.
A lo largo de la ruta, diversos grupos humanitarios ofrecen apoyo a los migrantes que enfrentan el peligro del trayecto. En Veracruz, Las Patronas reparten diariamente alimentos y agua a quienes viajan sobre el tren, gesto que desde los años noventa se ha convertido en símbolo de solidaridad. En otros estados como Chiapas, Oaxaca y Tamaulipas, albergues gestionados por organizaciones religiosas y civiles brindan refugio temporal, atención médica y orientación legal. Estas redes de ayuda resultan fundamentales ante la falta de protección institucional y las constantes amenazas de violencia, accidentes y abusos que acompañan el viaje migratorio.

