El Villarreal – Barça no se jugará en Miami: Un modelo no compatible con el fútbol

Pep Sala, Dídac Sangil, Isaac Olmeda, Klaas Moreno i Xavier Parada

El pasado martes 21 de octubre, La Liga comunicó la suspensión del Villarreal – Barça que iba a jugarse en Miami el próximo 20 de diciembre, el partido finalmente se disputará en el estadio de La Cerámica. Relevent, la compañía organizadora del encuentro, habría decidido cancelar el encuentro “debido a la incertidumbre generada en España durante las últimas semanas”. En ese sentido, fueron muchas las medidas de presión que ejercieron diferentes entidades. La Liga, nunca fue clara en cuáles eran los beneficios que se obtenían de llevar el partido a Miami y, los otros clubes que forman parte de la misma no sabían como se repartiría ese «pastel». Fue ese, junto al de no contar con la opinión de los capitanes de los 20 equipos de La Liga, los grandes errores de La Liga en la organización del evento.

Directivos y jugadores se fueron pronunciando las pasadas semanas en contra del partido en Miami. El detonante, llegaría el fin de semana anterior al comunicado de La Liga. Los jugadores, de la mano de la AFE (Asociación de Futbolistas Españoles), protagonizarían 15 segundos de parón al inicio de los partidos de la novena jornada de Liga como señal de protesta. Paradójicamente, La Liga censuró brutalmente la protesta. Primero llevando la imagen fuera de los estadios protagonistas, tras las críticas por parte de los medios y redes sociales a esa censura, La Liga rectificó, aunque no del todo. Mostró las imágenes de la protesta, pero lo maquilló con la presencia del eslogan «Compromiso con la paz«, haciendo referencia al alto al fuego en el conflicto entre Palestina e Israel.

Esa protesta por parte de los jugadores junto a la denuncia del Real Madrid al CSD (Consejo Superior de Deportes) del pasado martes provocaron la suspensión final del encuentro. Para colmo final, el comunicado de La Liga llegó al descanso del Villarreal Manchester City de Uefa Champions League, lo que provocaría la indignación por parte de Fernando Roig Nogueroles, presidente de los «groguets» y Marcelino García Toral, entrenador.

Un modelo de negocio ya establecido

Son muchos los ejemplos de competiciones deportivas que terminan llevando eventos fuera de su zona. Mismamente, tenemos un buen ejemplo en el fútbol español, la Supercopa de España lleva ya 7 años jugándose fuera del territorio español, en Tànger el primer año y en Arabia Saudí los otros 6. El fútbol italiano vive un momento similar al español, la Supercoppa Italia jugó su primera edición fuera del país en 1993, en Washington DC, y ahora lleva 3 años seguidos disputándose en Arabia Saudí. En ediciones anteriores también se disputó en la China o en Qatar. Esta temporada, la Serie A italiana también ha oficializado la disputa del Como AC Milan en Australia, lo que ha provocado quejas por parte de los aficionados, que sienten que cada vez tienen menos poder de decisión.

En Estados Unidos también se opta por este modelo de negocio desde inicios de los 90, visitando lugares como Japón, México o el Reino Unido. La NBA el pasado enero disputó uno de sus encuentros en París y este próximo año tiene planificados partidos en Berlín y Londres. Por otro lado, la NFL estos últimos dos meses, septiembre y octubre, ha disputado 4 encuentros en territorio internacional. São Paulo, Berlín y Londres en tres ocasiones. Para el próximo mes visitan Berlín el 9 de noviembre y Madrid el día 16.

El fútbol debe cuidar a los aficionados

El fútbol como modelo de negocio no puede permitirse desprenderse la opinión del aficionado acérrimo. Sobre todo porque el fútbol como negocio no tiene sentido sin el sentimiento de pertenencia de los aficionados. El fútbol mueve enormes cantidades de dinero porque tiene detrás un gran sentimiento de identidad. El mayor potencial del fútbol transcurre de lo que es como deporte o como espectáculo. En ese sentido seguramente no tiene potencial para competir contra los grandes monstruos del espectáculo, pero esa gran masa de seguidores incondicionales arrastrados por el sentimiento de pertenencia no lo tiene ninguno de sus competidores y el fútbol, como modelo de negocio, debe de cuidarlos.

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