Desde que Donald Trump ingresó en la política, su figura se ha visto rodeada de controversia, polarización y una admiración casi dogmática por parte de sus seguidores. Este fenómeno ha sorprendido tanto a analistas como a políticos y ha dado lugar a una serie de interpretaciones sobre las razones de su popularidad. Uno de los elementos menos comentados, pero posiblemente clave en la percepción que el público tiene de Trump, es la existencia de amenazas, intentos de asesinato y constantes riesgos de seguridad que lo han rodeado desde su primera campaña presidencial. Estos ataques y amenazas han reforzado una narrativa en la que Trump es visto como un líder bajo persecución, enfrentándose a adversarios en un ambiente hostil y violento, algo que sus seguidores interpretan como una señal de que Trump se enfrenta a “fuerzas poderosas” y aseguran que tiene a Dios de su lado.
El peligro y la violencia han sido constantes para los presidentes de Estados Unidos a lo largo de la historia. Desde el asesinato de Abraham Lincoln en 1865 hasta el de John F. Kennedy en 1963, los líderes estadounidenses han enfrentado riesgos que no solo han afectado sus vidas, sino también la forma en que son recordados. Cuando una figura pública sobrevive a ataques o amenazas, suele construirse una imagen de resistencia y valentía, y esta percepción de líder “mártir” o “perseguido” suele resonar fuertemente en la opinión pública. Trump, al haber sido blanco de amenazas y, al menos, cinco intentos de asesinato conocidos, ha logrado, en parte, forjar una narrativa de supervivencia que refuerza la percepción de que es un líder dispuesto a enfrentar riesgos por el bien de sus seguidores.
Uno de los incidentes más relevantes ocurrió en junio de 2016, cuando Michael Sandford, un ciudadano británico de 20 años, intentó arrebatarle el arma a un oficial de policía durante un mitin de Trump en Las Vegas con la intención de disparar contra el candidato republicano, según confesó Sandford, y aunque el intento fue frustrado rápidamente y Sandford fue condenado a un año de prisión, este episodio fue ampliamente cubierto en los medios. Para muchos seguidores de Trump, el incidente fue una prueba de que su candidato generaba una intensa oposición, lo que reforzó la imagen de Trump como un líder valiente y dispuesto a arriesgarse en medio de la hostilidad. Esta narrativa se mantuvo durante su campaña de 2016 y, para muchos, fortaleció el compromiso de su base, que comenzó a ver a Trump como una figura casi deificada, tocado “por la gracia de Dios”
Otro incidente importante tuvo lugar en octubre de 2018, cuando se enviaron paquetes bomba a diversas figuras del ámbito político estadounidense, entre ellas, los expresidentes Barack Obama y Bill Clinton, así como a George Soros y otros críticos prominentes de Trump. Aunque el propio Trump no fue un objetivo directo, el incidente alimentó la narrativa de un clima de violencia política y exacerbó la ya tensa división entre sus seguidores y sus opositores. Cesar Sayoc, seguidor de Trump y responsable de los paquetes, fue arrestado y condenado, lo que abrió un debate nacional sobre el impacto de la retórica política en la violencia. A pesar de la gravedad del caso, muchos de los seguidores de Trump interpretaron el episodio como una manifestación más del ambiente hostil en el que se encontraba su líder, y esto alimentó la creencia de que Trump estaba en el centro de un conflicto que trascendía lo político y se volvía personal y peligroso.
Otro episodio que reforzó esta imagen de Trump como líder bajo constante asedio ocurrió en septiembre de 2020, cuando se interceptó un paquete con ricina, un veneno altamente tóxico, enviado directamente a la Casa Blanca. El Servicio Secreto neutralizó la amenaza, pero la noticia del atentado se difundió ampliamente y provocó una oleada de simpatía y apoyo. La persona responsable, una mujer canadiense, fue arrestada y se le vinculó al intento de asesinato, lo que puso en evidencia los extremos a los que ciertos individuos estaban dispuestos a llegar. Para los seguidores de Trump, este episodio fue una señal más de que su líder enfrentaba peligros reales, lo que afianzó su imagen de resistencia ante cualquier adversidad.
Durante la campaña presidencial de 2024, Donald Trump enfrentó una serie de incidentes de seguridad que intensificaron la tensión en un ambiente político ya polarizado. En uno de los casos más sonados, en mayo de 2024, agentes del Servicio Secreto frustraron un intento de asesinato cuando un individuo armado intentó acercarse a Trump durante un mitin en Carolina del Norte. El sospechoso, cuyo perfil y motivaciones aún estaban bajo investigación, fue arrestado rápidamente, pero el episodio provocó una ola de reacciones entre sus seguidores, quienes interpretaron el ataque como una muestra de la hostilidad extrema que enfrenta su candidato. Ese mismo mes, un paquete sospechoso que contenía una sustancia química fue interceptado en una de las sedes de campaña de Trump en Florida, lo que generó alarma en su equipo. Estos incidentes, en medio de una campaña donde su rival, Kamala Harris, lideraba varias encuestas, reforzaron la imagen de Trump como un líder perseguido y en constante riesgo, intensificando el fervor de su base de apoyo.
Además de estos intentos específicos, el entorno digital ha servido como un canal constante para amenazas y llamados a la violencia en contra de Trump. Las redes sociales han facilitado que usuarios anónimos expresen deseos violentos, y en varios casos, el FBI y el Servicio Secreto han tenido que intervenir. Este constante flujo de amenazas ha generado un clima en el que Trump y sus seguidores sienten que están en una especie de “guerra de ideas”, en la cual su líder es un blanco constante. En lugar de verlo como un simple reto de seguridad, muchos en la base de Trump interpretan esta situación como una prueba de que Trump está en el camino correcto y que quienes lo amenazan lo hacen porque su figura representa un cambio que los incomoda profundamente.
Esta percepción de Trump como un líder en constante peligro ha generado un fenómeno conocido en la psicología política como “teoría del mártir político”, que sugiere que cuando una figura pública sobrevive a amenazas y ataques, la simpatía pública hacia ella aumenta. Este efecto puede verse en la narrativa que rodea a Trump, donde los atentados fallidos y las amenazas constantes refuerzan su imagen de resiliencia. Los votantes, especialmente aquellos que son más emocionales, se sienten impulsados a defenderlo. Esta teoría explica en gran medida por qué algunos políticos logran movilizar un apoyo fervoroso cuando se percibe que están enfrentando riesgos importantes por sus seguidores. Los simpatizantes de Trump, entonces, no solo ven en él un líder político, sino un símbolo de resistencia frente a las adversidades que buscan silenciarlo.
en la psicología política “teoría del mártir político”, cuando una figura pública sobrevive a amenazas y ataques, la simpatía pública hacia ella aumenta
Además, la percepción de que Trump está bajo asedio constantemente fortalece el sentimiento de “nosotros contra ellos”, en el cual sus seguidores lo ven como un líder que lucha por sus valores y principios frente a un sistema hostil. Este fenómeno ha sido clave en su popularidad, ya que muchos votantes no solo se identifican con sus propuestas políticas, sino también con la idea de que, al apoyarlo, están desafiando un sistema opresor que lo persigue y trata de eliminarlo. En este contexto, cada amenaza y cada intento de asesinato frustrado son interpretados por sus seguidores como un símbolo de que su apoyo es necesario y valioso.
Así pues, estos numerosos intentos de asesinato , de los que siempre ha salido practicamente ileso, definitivamente han ayudado a proyectar en Trump la imágen de un presidente fuerte y valiente, que a pesar del peligro al que se enfrenta, sigue luchando por su país. Esta imágen de mártir, sumada al hecho de que los rivales políticos, los ciudadanos demócratas, son personas capaces de matar, han contribuído a la obtención de una mayor representación electoral con una consiguiente victoria , tanto en las elecciones de 2016 como las de 2024.