David Beriain y Roberto Fraile / Fuente: Sergio Caro

En memoria de David Beriain, Roberto Fraile, Miguel Gil, y de todos los que han ejercido el oficio con la misma dignidad, y que creen que pueden mejorar el mundo con su trabajo

Los periodistas tenemos una norma no escrita que dice que tenemos que intentar no hablar de nosotros. Nuestro trabajo es explicar lo que le pasa al resto de la ciudadanía. Por eso les pido disculpas porque este artículo trata de lo que nos pasa. Lo hicimos el pasado martes, día 27, los ex decanos del Col·legi de Periodistes de Catalunya.

Nos encontramos para celebrar los treinta y cinco años del Col·legi y para recordar a los ex decanos que ya forman parte de la memoria (Carles Sentis, Josep Pernau, Montserrat Minobis y Josep Maria Huertas). Fue un acto de emociones y de reflexión. Y también de tristeza porque horas antes habíamos conocido la noticia del asesinato de los periodistas David Beriain y Roberto Fraile, mientras realizaban un reportaje sobre la caza furtiva en Burkina Faso.

Las palabras cogían un sentido dramático y real sobre la función de este oficio nuestro. Los medios han recuperado entrevistas con David Beriain. En una de ellas (revista Nuestro Tiempo, enero 2017) le preguntan “¿Ser un buen reportero tiene que ver con ser buena persona?”

Y Beriain desvía la respuesta hacia otro periodista: “Miguel Gil, por ejemplo, mostró mucha entrega por esta profesión y por las personas sobre las que informaba. Y es una de las pocas buenas personas que conozco en este mundo tan cainita del periodismo, y más del periodismo de conflicto. Nadie le pone un pero. Nunca he escuchado nada malo de él. ¿Por qué? Porque era una buena persona. Estoy seguro de que no se puede ser buen reportero siendo mala persona. Nosotros vivimos de la empatía, de generar confianza y de responder a esta confianza. Me resulta muy difícil pensar que esto se pueda hacer sin ser buena persona. Yo no sé si soy buena persona ni si soy buen periodista, pero si me das a elegir, prefiero ser mejor persona”.

Con Miguel Gil mantuve una larga conversación en La Vanguardia justo antes de que se fuera a cubrir el conflicto de Sierra Leona. Allí murió asesinado en una emboscada guerrillera, el 24 de mayo del año 2000. Me contó que había ejercido de abogado, pero creyó que el periodismo era una profesión más apropiada para mejorar el mundo y se fue en la guerra de los Balcanes, dispuesto a intentarlo. Allí aprendió el oficio de la mano de periodistas veteranos. Se implicó con los que sufrían, con las víctimas. Ganó premios y el reconocimiento de sus compañeros.

En primavera de 1999, Miguel Gil grabó en Kosovo las imágenes de trenes llenos de familias kosovares expulsadas de su país por las tropas serbias. Las imágenes recordaban los trenes del Holocausto. Conmovieron al mundo. Fueron decisivas para la intervención internacional en el conflicto. Cambiaron el rumbo de la historia. Después, fue uno de los escasos periodistas que rompió el cerco impuesto por el presidente ruso, Vladimir Putin, sobre Grozni, en Chechenia.

Periodistas como David Beriain, Roberto Fraile o Miguel Gil dan sentido a nuestra profesión, así como los miles y miles de periodistas honestos, que hacen su trabajo pensando en el bien común. De eso hablamos en el Col·legi. Porque en nuestra profesión el concepto del ‘bien’ necesita ir acompañado de muchas palabras. Y me perdonarán de nuevo, pero aquí me limitaré a dar mi visión, muy personal y subjetiva, sobre cómo entiendo el periodismo después de muchas experiencias y conversaciones, como la que mantuve con el Miguel Gil.

Para mí, el concepto de ‘bondad’ en el periodismo pasa por ser independiente; crítico con los poderosos. Y comprometido con los débiles. Profundamente libre, incómodo. Un periodismo que reivindica la ética a la hora de buscar la veracidad de los hechos, de forma honesta, nunca neutral ante la injusticia. Un periodismo basado en la maestría entre generaciones. Qué apuesta por los valores del diálogo, el reconocimiento del otro, la concordia, la solidaridad, los derechos humanos…

Lo dije en el Col·legi recordando la figura de Josep Maria Huertas Claveria, símbolo de todos estos valores. Y hoy lo hago en memoria de David Beriain, Roberto Fraile, Miguel Gil, y de todos los que ejercen el oficio con la misma dignidad, y que creen que pueden mejorar el mundo con su trabajo.

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