Una inmersión sensorial en las culturas de Altaïr, la librería especializada en viajes más grande de Europa

Realizado por Alice Spada, Marta Franco, Layla Zaoui y Joao Borges

“Caminante no hay camino, sino estelas en la mar”

– Antonio Machado

Hay aventureros que, mapa en mano, deciden navegar hacia aires nuevos e ignotos, dejando de lado por un tiempo aquello a lo que están acostumbrados. Surcar una calle desconocida, doblar una esquina nunca antes doblada, trazar un plan flexible porque admite verse alterado por las circunstancias. Es un descubrimiento continuo que lleva al trotamundos a lo inesperado. O, al revés, reunirse con lo siempre conocido: descubrir con la mirada un callejón parecido a otro que se conoce de sobras, o reencontrarse en esas rutas nunca antes caminadas, donde “se hace camino al andar”…

Altaïr: Brújula y estrella

Ese explorador entra en la librería con cara de emoción, embarcándose en el ritual de ir a buscar aquel sabio papiro con el que compartirá nuevas hazañas. Aún son muchos los que apuestan por Altaïr, la librería que hizo del viaje su razón de existir, aguardando 60 mil historias que la convierten en una brújula en sí misma. Cuentos y guías repartidas por continentes: Europa, América y Oceanía arriba; abajo, África y Asia, para dar homenaje a la variedad y cantidad de títulos custodiados en la librería. 

“La idea de Altaïr es tocar el concepto del viaje en toda su amplitud de 360 grados. Hay libros, hay mapas, hay guías de todo tipo y de todo el mundo. […] También tenemos una Agencia de viajes, un Magacín y un Fórum.”

– Marc Cerrudo Boada, jefe del área de comunicación y cultura de la librería Altaïr

La librería fue fundada en 1979 por Peter Nada y Albert Patrón, “dos aventureros incansables que no encontraban la librería de sus sueños y decidieron montarla ellos mismos, dedicándola al escritor y aventurero francés Henri de Monfier”. Ahora es Marc quien da voz al origen de la librería, un punto cardinal del panorama viajero europeo.

“Altaïr es una estrella muy brillante de nuestro firmamento, pero también era el nombre del velero de Monfier, que huía de la imagen de colonizador clásico, viviendo en contacto con la gente local y haciendo todo tipo de contrabando.” 

– Marc Cerrudo Boada

El viajero que cruza el umbral de la librería. Mire donde mire, escucha de caminos e historias, sueños y rutas, países que reclaman su voz. El espacio actual de la librería está inundado de mapas. De libros que saben del mundo. De especias de aquí y de allá y de olores fuertes que consiguen teletransportar al explorador hacia el otro extremo del hemisferio. 

«Me gusta ese concepto de que el librero sea el primer guía turístico, especialmente en una librería especializada en viajes. Es una responsabilidad también en parte […] recomendar esos libros que nos cuenten de verdad una buena región, que no se queden en la superficie.»

– Marc Cerrudo Boada

Sobre quererse perder y la incapaz de desvincularse del mapa

Altaïr consigue dar un paso hacia atrás de la apabullante tecnología y alentar aquel espíritu  del aventurero analógico. Algo relacionado con la pureza de lo hecho a mano, de lo tangible más allá del móvil, promete al visitante una peripecia auténtica, desconcertante y real. Es valiente el que confía en el saber de la celulosa para saborear viajes en vez de recurrir al viejo celular para orientarse allí donde es forastero… ¿O no? 

Igual que en el pasado, las estrellas orientaban a piratas y navegantes; hoy mapas y guías que los mochileros encuentran en Altaïr, cumplen el papel atribuido a los astros. “La guía es como un viaje también. Una guía en papel está estructurada, es algo sintético, está seleccionado. Es insustituible, te da una visión global. Puedes ir hacia adelante y hacia atrás” comenta el primer viajero, arquitecto y enamorado de Italia. 

El nómada de mapa en mano busca una aventura pautada, un más allá pero concreto. Un deseo ferviente de perderse, pero con la conciencia que el mapa lo ubicará de nuevo. Un guía silencioso que controla los pasos del viajero, por un lado, y a la vez le otorga la sensación de ser intrépido. Un trampantojo que esconde el deseo de control aun cuando lo que se vive es nuevo y pide desorden: un camino alternativo, una aventura inesperada.

Primero llegó el explorador y luego el cartógrafo a convertir lo gigantesco, lo inmenso, lo inconmensurable, en algo tan diminuto que le cabe en el bolsillo. Ahora es uno y luego otro el turista que emprende el mismo camino ya escrito. En un mundo delimitado, con satélites en órbita que acompañan al milímetro el movimiento de las placas tectónicas, puede parecer que no queda nada por descubrir. Sin embargo, no todos comparten el mismo pensamiento. “Uno no termina de conocer la propia región, donde ha nacido y ha vivido. Es imposible conocerla a fondo, sobre todo los pueblitos”, cuenta el explorador catalán más veterano de toda la librería.

Y tras haber tragado cada detalle del mapa a través de su mirada por una decena más de minutos; después de haberle sacado el juguito a cada ruta trazada sobre el precioso papel; luego de haber almacenado los nombres de los lugares principales en su cabeza, el señor catalán elige entonces comprar este mapa. El mapa actualizado, de Cataluña, Andorra y sur de Francia.

Porque el mapa sabe las rutas. Las sabe actualizadas. Él se encarga de memorizarlas con cautela mientras el papel permanece delante de sus ojos, sin que la mínima distracción visual o sonora pueda desviarlo del propósito que tenía en mente: fijar las rutas en la biblioteca humana que es la memoria, para desplazarse de una ciudad a otra, de un pueblo al otro. Pues, este mapa y su sabiduría, valían la pena. 

Luego hay otro perfil de personas que, con probar un solo bocado, ya se quedan prendados del libro que han mordido. «[A Altaïr] venimos siempre que tenemos un viaje. Soy muy fanática de las guías. Cada vez que viajamos venimos a mirar cuatro o cinco y miramos cuál se adapta mejor” comparte una joven catalana estrujando la guía de Portugal entre sus dedos como cuando Plutón rapta a Proserpina en esta estatua de Bernini.

Una página en blanco y mil caminos por delante

A pesar de que los mapas den la ilusión que el recorrido esté dibujado, la ruta está solamente esbozada, un borrador de historias que todavía están por pintarse. La libertad misma es la que lleva las riendas de su destino, y de él depende entregarse a ella para encontrar aquello con que anduvo soñando antes de abandonar el hogar.

Descubre más sobre los idiomas que estás escuchando consultando el mapa interactivo

«Es diferente que un libro esté escrito por una persona […] que se haya criado ahí, que sepa cuál es la cultura del lugar, que conozca las influencias culturales que hay alrededor del país.”

– Marc Cerrudo Boada

Cada lugar tiene sus cincuenta tonos de luces y sombras

Buceando espontáneamente en la experiencia vivida, la recompensa del viajero es ver colores, sentir aromas, escuchar sonidos que ni en el mapa ni en la guía se podrían haber adivinado. Es tumbar murallas con esa luz que entra y sale por sus ojos al mirar lo que el resplandor alumbra. Con su mirada, el viajero comprueba por sí mismo que las barreras mostradas por los mapas son arbitrarias. Al pisarlas, contempla que de un lado al otro resplandece la misma luz. Reconoce que estas fronteras no eran más que líneas invisibles trazadas con la misma aleatoriedad que el camino que él sigue y constituidas por la misma materia que la de sus pensamientos.

Levantar la vista y posar la mirada sobre lo desconocido, ese es el privilegio y la labor del viajero, que deberá prescindir del mapa cuando haya llegado al sitio donde este le conducía. Entonces le invadirá esa sensación de realización, tan plena y a la vez tan efímera, tan espuria que al minuto siguiente estará pensando en un nuevo destino y en las migas que, sin querer o queriendo, fue dejando por el camino. Porque a diferencia de lo que ocurría cuando se encontraba en su hogar, avanzando y retrocediendo a placer -o a capricho- a través de las páginas de la guía, durante el viaje su experiencia consiste en dejarse llevar siempre por la oportunidad de turno

Un viajero osado que se resiste a prescindir de su guía, que huye de lo nuevo de verdad, que desea salirse de lo normal paseando por lo transitado… A veces para viajar intensamente uno debe perder el norte, desubicarse y respirar las calles, oler las culturas y escuchar el canto de voces y palabras incomprensibles. A veces para viajar intensamente uno debe abandonar el mapa y mirar al frente. 

«eL VIAJE EMPIEZA MUCHO ANTES Y TERMINA MUCHO DESPUÉS»

– Marc Garrudo Boado

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