Marina Monreal Rams, Gemma Ponce Torres, Carla Ramos Fontcuberta, Sandra Turró Navarro
Según la última encuesta de violencias machistas en Cataluña, un 19,9% de las agresiones de autores desconocidos tienen lugar en espacios de ocio.
Salir de fiesta es divertirse y al mismo tiempo puede suponer un peligro para ellas. En las calles oscuras y en la pista de baile, impera un machismo que se hace evidente de muchos modos, como cruzar la puerta sin pagar o que te griten por la calle. Se trata de una noche de diversión en que la precaución empieza cuando se escoge un conjunto de ropa para salir.
22:24 horas
Una joven lleva varios minutos plantada delante del armario de su habitación. Apenas supera la veintena y sabe que tiene que tomar ya una decisión si no quiere llegar tarde a la quedada con sus amigas. Su grupo y ella, todas jóvenes universitarias, se unen esta noche para visitar la discoteca de moda.
Aunque en otra ocasión la decisión sobre la vestimenta no hubiera sido tan trascendental, el factor noche implica una presión añadida. El top rosa tiene demasiado escote, la falda negra le queda muy bien, pero es demasiado corta, ¿son los tacones la mejor opción para el paseo de vuelta a casa que tendrá que afrontar por la mañana? Un mensaje apremiándola en su teléfono la hace decidirse por uno de sus outfits seguros y termina de arreglarse antes de salir por la puerta.
Porque hemos aprendido qué es un conjunto de ropa seguro y uno que no. Un outfit que desvíe completamente la atención de ti y te haga pasar desapercibida entre la multitud para evitar cualquier tipo de comentario hacia tu persona. De hecho, la ropa femenina es uno de los temas que más indignación causa en la lucha feminista. Cómo algo tan insignificante como la ropa tiene que causar tanto revuelo.
Las feministas reclamamos todo el año que nuestros derechos no se vulneren y se nos trate como a un miembro más de la sociedad, pero hay un día al año en que nos unimos todas para alzar la voz de manera colectiva. Cada 8 de marzo, todas las mujeres nos armamos de valor para salir a la calle a denunciar todas aquellas vejaciones que sufrimos por el simple hecho de ser mujeres. En el activismo de cada una de nosotras las prioridades pueden ser distintas pero siempre con un mismo objetivo: tener los mismos derechos humanos que los hombres. Así, aunque en tu activismo la mayor preocupación sea la brecha salarial, la compañera que marcha a tu lado puede estar preocupada por el alarmante número de asesinatos machistas.
Para muchas de las mujeres que decidieron salir a la calle durante la manifestación del 8M en Barcelona, el poder volver solas y seguras por la noche estaba entre sus principales peticiones. Según el Ministerio de Igualdad del Gobierno de España, una de cada dos mujeres, es decir, la mitad de la población femenina, ha sufrido algún tipo de agresión machista a lo largo de su vida. Esta problemática es la que obliga a las mujeres a incluir en sus rutinas una preparación previa ante el peligro. “Vivo en un pueblo cerca de Barcelona y allí nos conocemos todos, aun así volver sola a casa siempre da miedo. Cuando vienes a la gran ciudad que ya no conoces las calles, no conoces a la gente…a mí me da aún más miedo”, relata Marta (23 años) que asiste a la manifestación junto con varias amigas como suelen hacer desde hace varios años. “Siempre vamos a los sitios que ya conocemos, no solo porque sean los sitios que nos gustan sino porque sabemos cómo llegar, sabemos como volver y nos aporta tranquilidad”, cuenta la joven. “Si alguien propone salir a un sitio nuevo sé que todas tenemos que buscar dónde está, cuál es el camino hasta el tren, si tenemos que ir en metro o andando…”, añade la joven.
Las jóvenes son muy conscientes de los peligros que se enfrentan al volver de noche solas. “Yo sé que mi amigo Quim en cuanto se queda solo se pone los auriculares y vuelve siempre escuchando la misma canción en bucle. Que yo me ponga los auriculares a las 5 de la mañana y deje de oír la calle es ponerme en peligro”, sentencia Marta.
Las reivindicaciones del 8M son sumamente importantes para mostrar la sororidad existente entre mujeres, que muchas veces parece quedar eclipsada por la competición que supuestamente debemos tener entre nosotras. Pero el miedo es constante. A hacer cosas solas, a mostrar que somos capaces de conseguir todo lo que nos propongamos o a salir por la noche, a pasárnoslo bien.
3:19 horas
Parece que hoy la noche está tranquila. Una de sus amigas ha tenido que marcharse antes que el resto porque mañana tiene partido, el grupo de amigas ha salido juntas de la discoteca para encontrarle juntas un taxi, algunas se han quedado más tranquilas al ver que la conductora era una mujer y todas han vuelto a respirar cuando media hora después su amiga ha confirmado en el grupo de WhatsApp que estaba en casa a salvo. Pero en la pista de baile se respira otro ambiente. Miradas incómodas, invasión del espacio íntimo y tocamientos no autorizados a distintas chicas del grupo.
“Me ha pasado a mí y les ha pasado a todas mis amigas, llega un desconocido, te agarra el culo y la mayoría de las veces cuando vas a intentar enfrentarlo hay tanta gente que ya ha desaparecido y no puedes hacer nada”, cuenta Sonia (25 años). A su lado, su amiga Laura (26 años) siente y confirma las declaraciones de su compañera, “creo que lo tenemos muy normalizado, muchas veces me ha pasado y aunque me da rabia no he hecho nada al respecto porque tampoco sabía cómo reaccionar”.
Otras chicas, sin embargo, sí que han sabido reaccionar. “Estoy con mis amigas, nosotras nos defendemos las unas a las otras”, cuenta Judit, (22 años). “Normalmente, si tenemos alguna de estas situaciones lo que hacemos es avisar en la barra, pero tampoco sería la primera vez qué nosotras mismas echamos a alguien de una discoteca”, añade.
Aun así, las barras no son el único lugar donde notificar una agresión sexual. Para propiciar un entorno más seguro los puntos violetas tienen una función fundamental en las fiestas. Empezaron a crearse en 2021 y desde entonces se han convertido en esenciales en, sobre todo, fiestas populares de pueblos. Saray viste el chaleco morado que la acredita como trabajadora del punto lila. Ella misma lo tiene claro “no estamos nunca seguras, pero el punto lila es esencial para visibilizar la realidad de las violencias machistas”. La función que establecen la define como “sensibilizar a la sociedad, prevenir y actuar”.
En Barcelona, la sala Apolo es la única discoteca que, desde finales del 2022, tiene un punto violeta permanente. Se trata del primer punto violeta fijo en una sala de ocio nocturna catalana, un espacio seguro para las mujeres y el colectivo LGTBIQ+ que cuenta con una psicóloga para atender a todo aquel que lo necesite en una primera instancia y activar el protocolo conveniente.
“Personalmente, he tenido la suerte de nunca asistir a uno, pero sé de amigas y conocidas que sí que han recurrido después de ver alguna cosa rara en una fiesta y las han ayudado”, explica Ester (21 años). “En algunos casos tienen un servicio para acompañarte a casa y que no vayas sola. Saber que están ahí y que están pendientes me hace estar más tranquila”, añade.
Los puntos violetas son un espacio seguro en las fiestas y en el ocio nocturno, pero las violencias machistas se pueden producir en cualquier lugar y hora del día. Mollet del Vallés ha sido una de las ciudades pioneras, gracias a la Diputación de Barcelona, en tener una red de puntos violetas cotidianos. Desde hace apenas una semana, 18 establecimientos y comercios de la ciudad del Vallés Oriental tienen los recursos necesarios y la información pertinente para convertirse en un punto violeta. El comercio es el punto de vida neurálgico de una ciudad y el más transitado por los habitantes con lo que permite reconocer de forma más rápida y eficiente un posible caso de violencia machista.
6:47 horas
Apenas hace una hora que el grupo de jóvenes ha salido de la discoteca y después de la parada de rigor para finalizar la noche con un cono de churros recién hechos, todas juntas se han dirigido a la parada de metro más próxima al lugar. El camino de vuelta está claro, hace tiempo que están organizadas de forma qué ninguna baja sola y que el camino sufre leves modificaciones para qué nadie pase demasiado tiempo separada de su compañera de vuelta a casa.
“Mis amigas o mi madre siempre tienen mi ubicación en tiempo real”, explica Xenia. A sus 16 años ya es consciente de los peligros de la noche. “Muchas veces también nos llamamos, me siento más segura si voy hablando con mi amiga y ninguna de las dos cuelga el teléfono hasta que estamos en el portal”, añade la adolescente que acude a la manifestación junto a sus amigas.
El sentimiento de inseguridad viene acompañado en muchos de los casos de una sensación de rabia e impotencia, aun así las jóvenes reconocen que el enfado no es suficiente como para enfrentar la oscuridad de las calles. “Me encantaría decir que sí, qué la rabia me hace enfrentarme al miedo, pero la realidad es que me da muchísimo más miedo y si tengo qué volver sola, lo paso muy mal”, cuenta Nuria (29 años). “Si puedo elegir, siempre voy a volver acompañada a mi casa”, sentencia.
7:32 horas
Poco a poco van llegando a sus casas. Mientras se desmaquillan y se preparan para meterse en la cama, se suceden las notificaciones de WhatsApp que reflejan la correcta llegada al hogar del resto. Cuando por fin la que vive más alejada confirma su ubicación en casa, todas vuelven a respirar tranquilas sabiendo qué, un fin de semana más y aun siendo chicas, han tenido la suerte de llegar a casa a salvo.