El director de la Fundación +34, Javier Casado, señala las inhumanas condiciones que se viven en esta prisión
«Se reparten (los presos en las celdas) según las necesidades: si hacen falta 45 personas, 50 o hasta 70. Duermen ‘pecho con pecho’ y se apilan como en el Tetris, a parte tener que dormir en el suelo.» Claro y sin exagerar, así lo explica Casado, director de una de las fundaciones dedicadas a la ayuda de los presos españoles en el extranjero. Esta es una de las situaciones que le pueden esperar a Daniel Sancho en pocos meses en caso de ser sentenciado culpable por el delito de sangre que él mismo ha confesado haber cometido. Actualmente se encuentra en la provincial y multidisciplinar de Koh Samui, de forma provisional, pero el español ya está experimentando las duras condiciones de los centros penitenciarios del país. Si se confirma judicialmente de lo que es acusado, sería destinado a la cárcel Lard Yao, en Bangkok, de máxima seguridad del país y que interna 7000 personas. En ella, se encuentran los presos con condenas mayores como la pena de muerte o cadena perpetua y que, dada su peligrosidad, llegan a llevar cadenas en las piernas durante los primeros meses. «Es gente que no tiene nada que perder y por ello son muy peligrosos», apunta Casado, quien a parte de esta prisión ha visitado 137 centros penitenciarios alrededor del mundo.
El espacio es uno de los mayores problemas de las cárceles de este país. Según la Ley de Cárceles tailandesa de 1936 (por la que se siguen rigiendo actualmente), cada preso debe contar con un espacio personal de 2’25 metros cuadrados, muy lejos de los diez metros cuadrados que suelen tener como mínimo las celdas españolas. Aún así, vemos como en muchas ocasiones tampoco se cumplen esos mínimos en las cárceles tailandesas, y es que el 74% de los centros penitenciarios del país reúnen a más del doble de presos de lo que debería, alcanzando niveles de ocupación del 224%.
Otro de los puntos importantes son las condiciones climatológicas. El clima tropical del país asiático, en el que las temperaturas se sitúan entre los 25 y 33 grados de media, provoca un gran sufrimiento para los internos en una cárcel que puede llegar al 90% de humedad. «Los presos van en chanclas y pantalón, simplemente. El clima tailandés es duro, y se acentúa en la cárcel con tantas personas juntas».
En cuanto a la alimentación, no es algo que mejore lo anteriormente visto. Los internos comen 3 veces al día, dos de ellas con cantidades pobres y poca variedad tal como un bol de arroz y un bollo de pan. Esto se debe a que la comida está presupuestada para una base fija de internos, por lo que al tener más gente no aumenta la cantidad de comida. A parte, el estado del agua no ayuda a reponerse de las altas temperaturas, ya que se encuentra en un estado que puede generar tuberculosis. Sin embargo, el director de +34 apunta que «el cuerpo de los tailandeses está habituado a ello y no sufren las consecuencias de la misma forma en que nosotros podríamos acabar enfermos por beberla.»
Otro caso muy sonado en España fue el de Artur Segarra, quién en 2016 cometió el mismo delito que Sancho y en el mismo país. No obstante, el español consiguió el indulto de la pena de muerte por una carta al rey en su 68 cumpleaños, que le permitió iniciar su trámite (aún en proceso) para trasladarse a una prisión española. En realidad, esto es algo bastante común tanto con los presos tailandeses como los extranjeros, tal como destapa Javier Casado. «Ante una violación de la Ley de Vida (cómo se le denomina al homicidio o asesinato según la ley tailandesa) el monarca tiene la libertad de poder indultar la pena de muerte pasados los primeros 5 años de condena, pasando a una cadena perpetua y cumpliendo el resto en sus países».