ENSAYO
En la era digital, donde existe una aplicación de móvil por cada necesidad del consumidor, la instrucción hacia el fotoperiodismo cobra cada vez menos sentido. “The Photographers Ephemeris”, por ejemplo, en resumidas cuentas, es una herramienta que ayuda a calcular en qué posición estará el sol y en qué dirección habrá luz, funciona en cualquier región que se encuentre el usuario. También lo hace con la luna.
Hemos pasado de utilizar aplicaciones para economizar el tiempo de los fotoperiodistas y fotógrafos, en general, a fabricar robots que sustituyen a los fotógrafos, que no a los fotoperiodistas. Ya que las máquinas diseñadas por y para personas, son incapaces, de momento, de reconstruir un conflicto bélico en el momento real.
Los reporteros gráficos se ven amenazados por los avances tecnológicos. Tienen dos frentes abiertos: el de la competencia humana y el de la tecnología. El último, incrementa exponencialmente por momentos. Es más, existe un tercer problema: los fotógrafos que intentan colar las fotografías generadas con Inteligencia Artificial como la DALL-E, un tipo de IA que genera imágenes a partir de indicaciones textuales. El primero, no es más que un buen indicador.
¿El fotoperiodismo enfrenta una crisis sin precedentes?
La mentira de todos y la verdad de nadie
El 12 de julio de 2019, el fotógrafo y director global de Cloud de Telefónica, José María Cuellar, escribía en ElPaís “¿Ganará el próximo World Press Photo un robot?”. La firma invitada al periódico hizo la siguiente observación: “En los últimos tres años estamos asistiendo a la que podría ser la mayor revolución tecnológica en la fotografía por la incorporación de la inteligencia artificial». Y lo fue. El desacierto es no saber cómo gestionarlo.
Cuatro años más tarde, el artista alemán Boris Eldagsen, se presenta al concurso Sony World Press Awards con su obra Pseudomnesia. Una obra co-creada. La obra generada por Inteligencia Artificial. La cuestión es que consigue el galardón y el jurado no cuestiona el método que se ha hecho servir. O sí, y lo pasa por alto, que es aún peor. La fotografía en blanco y negro con un aspecto antiguo está compuesta por dos figuras humanas, mujeres, una detrás de la otra. Lo cierto es que presenta ciertas imprecisiones: la mano ubicada en la tercera columna imaginaria de la regla de los tercios tiene deformaciones en los dedos, pues no respeta la distancia natural entre el pulgar y la muñeca. Otro fallo, es el brazo derecho que aparece difuminado y desencajado del resto del cuerpo. Y así, podríamos seguir con el juego de las 7 diferencias entre la realidad y la fotografía “realista” (no real) galardonada.
Confiamos en la tecnología como si esta fuese a salvarnos de alguna mentira y lo que provoca son menos evidencias y más representaciones a medias. Sin embargo, el perfeccionamiento de los softwares avanza a pasos de gigantes. Hace tres meses The Washington Post publicaba cómo la IA había alcanzado a dibujar manos. Claro que ha pasado de seis o cuatro dedos a diseñar manos de cinco, el avance tampoco es muy sorprendente, la evolución era algo previsible. La versión 5 de Midjourney es mucho más realista, explicaba Pranshu Verma:
“Lo que para unos es una maravilla porque ahorra tiempo a los diseñadores, para otros, provoca un debate más amplio sobre el peligro del contenido generado que es indescifrable a partir de imágenes auténticas” (Pranshu Verma, 2023).
Ahora que ya se ha llegado a los mínimos en representación del cuerpo humano – en ningún caso de todas las aplicaciones – quedo atenta para que llegue el día que se diseñe la solución, como dice Verma, para diferenciar el material auténtico, inédito y propio de un profesional al que no lo es.
¿Qué credibilidad tienen unos Premios que anteponen la artificialidad a la naturalidad? Pues según El Mundo (2023), un portavoz de la World Photography Organizations advirtió que lo relevante es “el peso del conocimiento fotográfico”. Aún más ¿qué profesionalidad demuestra un jurado que no identifica los defectos y las señales reveladoras de una fotografía manipulada? Claramente, el problema recae en quién legitima que eso es arte o fotografía.
Ni siquiera se hace mención al periodismo cuando se habla de que la “la IA y la fotografía no deberían competir entre ellas en un premio como este”, indica Eldagsen. Es indiscutible, que aún menos, deberían competir la IA y el periodismo. En el desenlace, Eldagsen rechaza el premio y defiende que la IA no es fotografía. Una vez más, el arte se convierte en el medio de transformación social. Con una singularidad, la finalidad de una obra ficticia fue reflexionar sobre un problema real. Actual. Y reflexionar nunca viene mal. Deberíamos cuestionar todo más a menudo.
Hace menos de un año otro caso similar revolucionó las redes sociales respecto las distinciones de un concurso artístico. Hablamos del diseñador de juegos Jason Allen a quien se le colgó el galardón en la categoría “Artes Digitales/ Fotografía Digitalmente Manipulada” por su obra Theatre D’opéra Spatial en el evento que tuvo lugar en la Feria Estatal de Colorado, según el portal web Hipertextual. La diferencia entre Eldagsen y Allen, es que uno utilizó los Premios como denuncia social y el otro, no. Básicamente, recae en la primera intención de cada creador.
Chis Vallance, experto en tecnología de la BBC asegura que la Inteligencia Artificial «para otros es sin embargo una amenaza a la que conviene poner límite porque puede reemplazar el trabajo de miles de creadores humanos» (El Mundo, 2023).
Me planteo si se celebrarán en breves unos premios dirigidos a generadores de contenido con IA. Quizás se crea una nueva categoría entre los influencers donde se valore la ‘creatividad’. O mejor dicho, se premiará a las personas que den mejores órdenes a un robot inteligente. Todo puede ser.
Una falsa inspiración
La controversia del fotógrafo Jos Avery examina el debate sobre la representación ética en Instagram que se produjo cuando Avery prolongó sin fecha de caducidad, el supuesto experimento que engañaba a sus seguidores. El experimento consistía en “engañar a la gente para mostrar las capacidades de la IA y luego escribir un artículo al respecto. Pero ahora se ha convertido en una salida artística. Mis puntos de vista han cambiado” (La Razón, 2023). Avery se creyó su propia mentira que acabó confesando a Ars Technica. El caso de Avery repasa la polémica desatada por la Inteligencia Artificial cuando sus fotos sintéticas se hacen más virales que sus fotografías hechas con una cámara.
Los términos definidos en los manuales de ética que están relacionados con las buenas prácticas periodísticas incluyen también el consecuencialismo. Toda acción tiene una reacción. Si en el experimento de Jos Avery se hubiese justificado a tiempo, no se habrían cuestionado tanto sus acciones. El problema llega cuando hace pasar por reales las fotografías sintéticas. Hasta el punto de decir qué cámara y lente utiliza para conseguir los resultados de sus publicaciones.
Ethics Unwrapped define la miopía moral como “la dificultad que la gente a veces tiene de ver cuestiones éticas y desafíos éticos claramente” este es el caso de los seguidores y críticos que abalan las prácticas de este tipo. El resultado es que algunos profesionales se vendan al mayor número de seguidores o a “El Premio” anteponiendo la fama respecto la ética y la moral.
El desgaste puede llevar a la crisis, pero no es la crisis
La narrativa ha adoptado otro cauce donde las imágenes son montajes prestructurados, las fotografías generadas con IA no son fotoperiodismo y, la Inteligencia Artificial vacila al jurado del World Press Photo.
En 2004 ya se conocían publicaciones científicas sobre la situación de esta disciplina. Así empezaba la reflexión sobre el fotoperiodismo en el artículo de García Maza, directora del Museo de Historia Universitaria «José Ma. Morelos y Pavón» (Universidad Autónoma del Estado de México):
“El fotoperiodismo en nuestros días se encuentra en una crisis de credibilidad ante sus lectores. La lucha entre las agencias informativas, los editores y los reporteros por la primicia de la noticia y la correspondiente retribución económica, los llevan a realizar acciones fuera de toda ética. Como lectores debemos asumir una actitud frente a esta situación” (Mª del Carmen García Maza, 2004).
E igual que una imagen generada con Inteligencia Artificial no es fotografía, que se desgasten cada vez más áreas del fotoperiodismo, tampoco es el fin del reporterismo gráfico. Hablar de crisis – se lleva haciendo décadas atrás – puede ser arriesgado por el enfoque catastrofista e inmediato de la palabra pero, se debe matizar la evolución – también positiva – que desencadena. Lo que toca, es reinventarse y no parar. Como reflexionó el profesor y periodista Santiago Tejedor sobre el sentido que le daban los medios de comunicación al viaje en etapa pandémica, “el acierto fue, es y será seguir (a pesar de todo)”.
Por eso, las personas fotoperiodistas que muestran el mundo al mundo a través de un objetivo, deben seguir haciéndolo de la mejor forma que sepan, pues captan lo que sucede, con un encuadre, una composición y con algo que hasta el momento no ha podido replicar la tecnología: la mirada periodística.