María Buitrón, Draco De la Puente, Stephanie Vick, Jiaying Xu
Entre libros, historias, magia y polvo de hadas, encontramos la historia de Ana y Jorge, quienes hace 43 años crearon un mundo lleno de aventuras y enseñanzas en Nunca Jamás. Entre risas y sonrisas, viven el amor y la inocencia mientras vuelan juntos hacia la eternidad.
Había una vez dos adultos que nunca dejaron de ser niños, Ana (67) y Jorge (73), y tuvieron un matrimonio que, hasta el momento, rosa los 43 años. Una pareja que a los ojos de una gran ciudad eran magia. Ellos eran una meta en común conformada por dos vidas distintas. Una amistad construida y tallada a mano por el deseo de aprender a volar. Esos son Ana y Jorge, dos flores que se volvieron un jardín.
Jorge era un gran amante de los libros, las aventuras, los mitos, las leyendas, las fábulas, y siempre andaba en busca de nuevas historias para leer. Así que cada vez que tenía la oportunidad, se dirigía al mundo de Nunca Jamás en busca de nuevos tesoros. La librería La Central era la fortaleza de Jorge, en donde podía ser un soldado de guerra, al otro día un caballero noble, o simplemente solo un héroe.
Jorge se había puesto en la piel de varios personajes, distintos caminos, diferentes vidas. Sin embargo, cuando uno conversaba con Jorge era imposible no escuchar a Peter Pan. Cuando encontraba un nuevo libro en La Central, saltaba por los estantes de la misma forma en que Peter Pan bailaba y volaba mientras descubría un nuevo rincón en el mundo de Nunca Jamás.
Cada libro era como un tesoro escondido por explorar en su biblioteca, pues cada página era un mapa que lo llevaba a lugares lejanos y exóticos. Al igual que Peter Pan, Jorge sabía que la imaginación era una de las mayores herramientas para explorar el mundo, y descubrir sus más profundos y hermosos secretos.
Ana no quiso ser reina de nada, pero cuando conoció a Jorge las cosas cambiaron. A veces el amor y la incondicionalidad pueden hacer que recorras lugares inimaginables al lado de personas extraordinarias. Ana nunca fue aficionada a la lectura, pero formó el buen hábito por el incontrolable deseo de ver a Jorge feliz.
Ana es Wendy, una niña del mundo real que descubrió el reino al que su esposo le gustaba tanto viajar. Cuando los dos caminan juntos de la mano por la librería La Central, de un momento a otro están volando a Nunca Jamás. Ana le agarró el gusto a unirse a su esposo en estas aventuras. Se convirtió en una exploradora de nuevos mundos y en la protagonista de miles de historias.
Jorge y Ana se encuentran para almorzar el día de Sant Jordi en la acogedora cafetería de La Central, ya es tradición para su historia de cuatro décadas pasear por los rincones de Nunca Jamás. Para Jorge, los libros son un adorno hermoso para el palacio en donde vive con su amada, pues cada uno se convierte en el recuerdo de un mundo que alguna vez visitaron juntos.
Cuando Ana le regala libros, cada vez más le hace entender que la vida es una aventura que no para, un vaivén lleno de muchas trabas que nunca se detiene. Hasta ahora ningún obstáculo ha sido capaz de vencerlos.
Ana, así como Wendy, sabía que la vida real también tenía sus propios desafíos. Que no todo el tiempo viviremos en Nunca Jamás. Entendía que el amor no era solo un cuento de hadas, sino un viaje lleno de altibajos y pruebas que debían superarse en conjunto. Esa fue su gran lección a Jorge, pues 43 años después aún disfrutan del aprendizaje y juntos descubren todos los días el significado del amor en su propio mundo de fantasía.
Jorge y Ana son un reflejo del espíritu de Sant Jordi, pues nos hacen entender que un romance sano se da precisamente al obtener el balance perfecto entre la vida real y la fantasía que ambos deseen vivir como parejas. El amor es imperfecto, por eso mismo es que es una aventura bella para experimentar.
Cada pareja sigue un camino diferente, cada una es dueña y autora del libro que constantemente se encuentran por escribir. El amor de Ana y Jorge es tan fuerte como la magia de Peter Pan, y ha convertido a dos personas en un solo personaje. Al fin y al cabo, para ellos el mundo puede regalar distintas aventuras, pero nunca ninguna como el tesoro que oculta el “vivieron felices para siempre”.