Texto de Karina Jácome

Fotografías de Angie K. Peña

Vídeo de Ángela M. Peralta

El núcleo del centro histórico de Barcelona se engalana con el techo más bonito de la ciudad. Es el mercado de Santa Caterina, la primera plaza para el abastecimiento de alimentos que desde 1837 adorna con su cubierta multicolor el barrio de Sant Pere. Una invitación ineludible a pasar por sus calles con los ojos abiertos para admirar.

SU HISTORIA

Fue construido en el terreno que antes ocupaba el convento del que heredó su nombre. Su objetivo es el mismo de ahora: abastecer de alimentos a los ciudadanos. Aunque en aquel entonces sus compradores se diferenciaban solo porque debían realizar largos viajes para llenar sus despensas.

Se inauguró al público más de una década después, en 1848, y sus arquitectos encargados fueron Josep Mas y Vila y Josep Buxareu. Muchos años más tarde, en 2005, los también famosos arquitectos Enric Miralles y Benedetta Tagliabue lo dejaron tal y como lo conocemos hoy en día. Se ha convertido en una obra que pertenece al Patrimonio Arquitectónico de Cataluña.

Un paseo por los pasillos del mercado más antiguo de Barcelona, el mercado de Santa Caterina.

Además de la típica comida mediterránea, lo que más llama la atención de este emblemático edificio es precisamente su techo. Está sujeto por una estructura de hierro, hormigón, madera y cerámica que se suspende a través de pilares entre los edificios de alrededor. Únicamente se puede contemplar toda su belleza desde arriba, deja a la imaginación todo el encanto a aquellos que lo observamos desde el suelo. Un techo que simula la forma de las olas del mar coloridas por mosaicos de azulejos; en total una paleta de sesenta y siete colores.

SU DÍA A DÍA

Para muchos turistas, el mercado es una parada importante en su recorrido, puesto que la gastronomía también hace que conozcamos bien un lugar, sus costumbres. En este caso Santa Caterina es un destino preferido por los habitantes del barrio, gente mayor y no tan mayor que busca productos frescos, variedad. Se encuentran con la amabilidad de todas las personas que trabajan en cada puesto del mercado más antiguo de Barcelona. Al entrar a las diez de la mañana de un miércoles, no hay mucho movimiento, son días tranquilos, en los pasillos hay pocos clientes. Estos pasean y observan vagamente los productos y los trabajadores aprovechan para organizar y arreglar sus estanterías. 

La fruta y la verdura son productos que nunca faltan en la dieta de las casas catalanas. Nos acercamos a un local que llama la atención por la cantidad de colores que hay en su mesa. La colocación del producto es muy importante a la hora de vender y por supuesto nos alegra la vista. Nos preguntamos cuándo empiezan la jornada laboral todas aquellas personas que trabajan en los mercados y, Galo García Pico, muy amable, responde a nuestras preguntas.

Galo trabajando en la frutería.

SU GENTE

Tres horas son las que les lleva arreglar a él y a dos compañeros más todos los productos que van a vender. Galo se levanta a las cuatro de la mañana para abrir al público. “La organización de una frutería es minuciosa, se trata de colocar los productos como si se tratase de un rompecabezas, somos tres personas. Una se encarga de descargar el camión, otra de colocar los alimentos y otra persona de atender a los clientes.”

Todas las personas que trabajan en Santa Caterina y otros mercados comparten las madrugadas para ir a Mercabarna. El establecimiento donde compran los alimentos al por mayor. La situación social actual en cuanto a la guerra de Ucrania y Rusia ha hecho temblar la economía de Europa. Los mercados son un sector donde se nota la crisis, los productos han subido de precio. Sobre todo aquellos que son de importación como: mangos, aguacates u hongos comestibles.

Galo habla sorprendido del costo del kilogramo de aguacate, nueve euros el kilo, en su país, Ecuador, compra cinco por un dólar. Lleva tres meses en España y trabajando en una frutería con el producto autóctono siente nostalgia por la comida con la que se crió. “Trabajar aquí es una opción para mí porqué en mi país las cosas aún están peor que aquí” nos dice con ojos tristes.  Por otro lado, y también a causa de la crisis, la clientela habitual ha dejado de frecuentar el mercado. La demanda ha disminuido, los clientes de toda la vida prefieren comprar en el supermercado y ahorrar dinero en caso de posibles emergencias. 

Seguimos nuestro recorrido por los pasillos guiados por nuestro olfato y llegamos a la zona del pescado. Mesas llenas de hielo para mantener fresca la comida del mar y poder disfrutarlo en nuestras mesas. Kevin, un joven carismático, nos saluda y decide tomarse un tiempo para responder algunas preguntas. Lleva 7 años trabajando en el mercado, sigue los pasos de su padre que trabajó en la pescadería durante 30 años. Se trata de un negocio familiar, el oficio lo aprendió cuando era pequeño. Cortar y limpiar el pescado siempre ha sido una hazaña complicada a ojos de los no profesionales.

Los mariscos y el pescado fresco son productos que se consideran caros. Su coste es más elevado debido al precio del combustible. Los pesqueros no quieren salir a pescar y los pocos que se atreven han subido los costes. El salmón, por ejemplo, está por las nubes y se considera prácticamente un plato de lujo. Hay un dato que llama nuestra atención y es que en España comprar en el mercado a simple vista es más caro que comprar en un supermercado. Se valora la frescura de los alimentos, pocos conservantes y por ende una mayor calidad, Kevin nos lo confirma: “Las personas que tienen mayor poder adquisitivo compran en el mercado, ahora comprar aquí se ha vuelto un capricho para muchos y la mayoría prefiere ahorrarse un dinero e ir a comprar al supermercado, más aún en tiempos de crisis”.

Productos de pescadería fresca

SABORES DEL MUNDO

Por último y no menos importante atravesamos la sección de productos importados, es una sección bastante pequeña por la baja demanda. Nos llama la atención la bandera argentina que cuelga detrás de carnes, hamburguesas, empanadas y vinos, el paraíso para cualquier carnívoro. Carnes, vinos, dulces y especialidades latinas son las palabras de un cartel que nos hace voltear la cabeza al local La Petisa. Lourdes es la propietaria del negocio, una mujer valiente que decidió abrir su negocio en diciembre del 2021. Nos comenta lo duro que ha sido mantenerse por la situación económica, sin embargo, ella no se rinde y cada día viene a trabajar.

El mundo atravesó una pandemia que obligó a cerrar todos los establecimientos. Más adelante y siguiendo unas medidas impuestas por el gobierno, volvimos a una normalidad en la cual la mascarilla fue nuestro mejor aliado. El turismo se frenó, la economía de las familias tambaleó. Después de dos años de pandemia y cuando ya veíamos la luz al final del túnel. Alzamos la cabeza y estalló una guerra cuyos efectos rebotaron en España también.

LA LUCHA DE UNA EMPRENDEDORA

Lourdes es una mujer emprendedora que contra todo pronóstico decidió levantar su puesto en Santa Caterina y eso siempre es admirable. “En enero sufrimos la cuesta después de gastar en Navidad, febrero porque es febrero y aún cuesta, y ahora la guerra en marzo. No hay manera de remontar, pero me mantengo firme y seguiré aquí para mis clientes fieles” dice con una sonrisa que marcan sus ojos. Las personas que más compran productos extranjeros son los jóvenes que están dispuestos a probar nuevos sabores y salir de lo habitual. Existen clientes fieles que van cada semana. Ellos no han podido resistirse a las delicias de los países de Latinoamérica que han aportado riqueza y diversidad a nuestras mesas, al fin y al cabo ¿a quién no le gusta un buen vino? 

Todas las historias que hay detrás de los mostradores de Santa Caterina comparten algo en común. La lucha y las ganas de trabajar y abastecer a los ciudadanos de un sector céntrico de la ciudad. Servir a los clientes que desde años atrás los eligen para llenar sus neveras. Seleccionar los mejores productos, por supuesto, formar parte de la historia y de la tradición gastronómica. Aportar nuevos sabores y nuevas experiencias a los amantes de la buena comida.

EL ECOSISTEMA DEL MERCADO

El mercado se convierte en un lugar de exposición de alimentos. Hay tantas opciones que muchos entran a mirar y acaban por no comprar nada. Pero otros clientes llenan sus bolsas y carritos escogiendo los mejores productos para su mesa. Es todo un ecosistema que funciona a través de los trabajadores detrás de los mostradores cumpliendo sus funciones. Sin olvidar aquellas personas que mantienen limpias las áreas comunes, la seguridad que ronda los pasillos y vela por todos los presentes. Por su puesto un bar donde se lee el periódico por las mañanas y se comparten conversaciones acompañadas de un café.

Dentro del mercado se cumplen las normativas de COVID-19 y todos usan mascarillas; esta quizás nos aleja de las expresiones de las personas. Después de pasear bajo el techo más bonito de la ciudad, estamos seguras de que la impresión es buena. Se respira tradición, historia y comida de calidad. La base de los platos mediterráneos son productos de la península. Estos hacen que la dieta ibérica sea una de las más saludables y recomendadas alrededor del mundo.

La fachada del mercado de Santa Caterina

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