Una tradición que perdura

Eduard Soley creció en este mercado. Nació en Barcelona y con 7 años, a pesar de que no era legal, empezó a trabajar en la Boqueria. Situado originalmente en el recinto del convento de San José, el mercado del mismo nombre, también conocido como La Boqueria, está considerado actualmente como el mayor y más famoso mercado de Barcelona. 

Soley ha continuado con la tradición familiar durante los últimos 60 años. Él nos cuenta que es la quinta generación de su familia que ocupa el mismo puesto en la Boqueria.

«Llevamos 154 años en esta tienda, ¿te imaginas? Eso es más de un siglo y medio y cinco generaciones. Estoy jubilado ya, pero no me preocupa porque mi hijo está aquí para tomar el relevo y continuar con la tradición familiar”, explica.

El caso de Soley no es único, y muchos puestos del mercado están dirigidos por familias que llevan décadas al frente del negocio familiar.

El caso de Soley no es único, y muchos puestos del mercado están dirigidos por familias que llevan décadas al frente del negocio familiar.

En medio del incesante bullicio de este ambiente de mercado, paseamos por los pasillos de la suntuosa Boquería, llenos de energía hechizante. Entre los gritos de los vendedores y el asombro de los turistas que han acudido a admirar los puestos del mercado, surgen historias de vida. 

La Boquería, un mercado con historia

Mientras hablamos con los vendedores del mercado de la capital catalana, rápidamente se hace patente una sensación: la historia que llena este lugar céntrico de la ciudad. Es durante nuestra conversación con el vendedor de un puesto de frutas y verduras en medio del mercado, Soley,  cuando nos damos cuenta del valor sentimental del oficio. 

Esa sensación también se refleja en lo que nos dice Óscar Ubide, gerente de la asociación de comerciantes de la Boquería.

Nos cuenta que «La mayoría vienen heredando y hay familias aquí que están en la 8.ª y 9.ª generación. Entonces muchos continúan con la saga familiar y otros, los otros cuando han llegado la jubilación, pues lo dejan. Si no tenían relevo, pues han traspasado y se han ido. Pero sí hay bastantes familias que llevan muchos años”.

El turismo, los nuevos clientes de las paradas de siempre

A medida que nos movemos de puesto en puesto, este sentimiento es cada vez más fuerte. Pero, al ser considerado uno de los puntos más céntricos y famosos de la Ciudad Condal, también está surgiendo un problema: el turismo de masas.

De hecho, con el paso de los años, el crecimiento exponencial del turismo en Barcelona ha cambiado radicalmente el entorno típico de la Boquería. 

Ante este nuevo tipo de clientela, los comerciantes presentan opiniones divididas. Algunos, como Soley, están bastante contentos con la afluencia de turistas al mercado, porque, como dice,

«Pues, cuando hay turismo se vende y cuando no hay turismo no se vende».

Por el contrario, otros no ven esta afluencia de turistas al mercado con buenos ojos. Esmeralda,es ejemplo de ello. Propietaria de un puesto de pollos asados, se expresa con mucha vehemencia contra los turistas, diciendo que le han hecho mucho daño.

“Pues yo estoy hasta los cojones de ellos es que a mí me han hecho mucho daño. Es que antes la gente aquí venía porque esperaba algo muy tradicional, le gustaba mucho la gente venir de todas las partes de Barcelona porque todo lo que se encuentra aquí no se encontraba en ningún sitio. El turismo ahora mismo lo que ha hecho es prostituir a La Boquería. Yo voy a aguantarme hasta que me jubile , pero no me gusta», explica con evidente enojo.

Cuando le preguntamos la razón de su disgusto, nos comparte su realidad con una razón sencilla y bastante sensata: aunque el turismo aporta una gran cantidad de gente cada día, la mayoría de las personas que entran en La Boqueria ya no son locales que buscan productos de calidad para volver a casa, sino viajeros o transeúntes ocasionales que buscan descubrir la capital catalana y fundirse en la cultura. El problema que trae ese turismo es que la mayoría de esta clientela se limita a pasear y mirar la belleza de los puestos, pero rara vez compra más que un zumo de frutas o una tapa para picar por el camino.

El característico olor marino identifica la zona plagada por puestos que venden productos del mar. En ese punto de La Boqueria, un bullicio empieza a crearse, es una real competencia de gritos entre los vendedores para captar la atención de las personas que por ahí deambulan. 

“Pepi y Eva”, es el puesto que consigue llamar nuestra atención. Eva cuenta con un gran orgullo que es la tercera generación de un negocio que comenzaron sus abuelos años atrás. Ella lleva unos treinta años en el puesto familiar desde que empezó a trabajar con 18 años, justo al acabar el instituto. 

CAl contrario de la opinión de Esmeralda, Pepi, por su parte, sostiene que aunque La Boquería atrae muchos turistas, que todavía es un mercado de historia. Los clientes habituales son los pocos vecinos del barrio que aún viven en él, pero más que todo, mucha gente de otros barrios de Barcelona o de pueblos como Mataró y Vilassar que vienen o bien el sábado o el domingo a comprar. 

Continuar con el negocio familiar

A la vuelta de la esquina del puesto de “Pepi y Eva”, está Manel, quien dirige “Graus Gourmet”, una parada familiar que lleva en la Boqueria desde 1867 y que se dedica a vender aceitunas, entre otros productos que han ido agregando a lo largo de los años.  Al igual que Eva, comenzó a trabajar a los 18 años en el negocio familiar y ahí sigue al pie del cañón. También, al igual que Eva, existe incertidumbre sobre quién heredará el negocio.

Mientras, la mujer que dirige la pescadería afirma que sus hijos no se van a hacer cargo y que probablemente no quede otra opción que venderlo. Manel, por su parte, no pierde la fe de que el negocio se mantenga en la familia, ese es su deseo a la vez que explica que su hermano también trabaja ahí y puede que todo continúe en manos de él. 

Hay otros puestos que no corren con la misma suerte y su destino ya está decidido, pasar a nuevas manos. Amada tiene una frutería en el mercado y después de cincuenta y tres años trabajando en ella, ya está lista para jubilarse. 

Montó la parada junto a su marido a los 16 años gracias a un familiar que ya tenía varios puestos en diferentes mercados de la ciudad. Eligieron La Boqueria por una razón muy simple: el mercado de la rambla es el único mercado donde se  puede trabajar todo el día, desde la mañana hasta la noche. Gracias al negocio familiar educaron a sus dos hijas, de 53 y 45 años, quienes actualmente se desempeñan como médico e ingeniera respectivamente.

Por razones evidentes, Amada ha decidido vender. Sin embargo, no dejará ir su puesto tan fácil, ya que asegura que su jubilación se hará efectiva cuando le paguen el precio que ella pide y agrega que los del ayuntamiento la “persiguen hace años”, pero ella no se rendirá tan fácil. Asegura también tener clientes de toda la vida y de diferentes puntos de Catalunya.

Asombroso es que aunque Barcelona tenga más de 40 mercados dispersos por los diferentes barrios de la ciudad, La Boqueria aún actúe como mercado central de la ciudad y venga gente de diferentes localidades de la provincia a comprar. No por nada es el mercado más grande de Barcelona, con alrededor de 200 puestos. 

La evolución de La Boqueria de pasar de ser un mercado de calle a uno de los puntos más populares de la ciudad está creada sobre la base del trabajo de diferentes generaciones familiares que han forjado y dejado su herencia en el mercado. Desde hijos que han ido heredando del trabajo de los padres hasta abuelos que  sacan adelante sus negocios con mucho esfuerzo.

Y mientras, algunos aseguran que hay que adaptarse, otros ven el futuro de su negocio familiar con incertidumbre ante el temor que este sea el fin de la saga familiar. Sin embargo, algo es seguro La Boquería es sinónimo de historia, una que está lejos de llegar a su final.

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